domingo, 8 de septiembre de 2013

una caligrafía del amor






La buena letra, que es mecánica, es una fábrica de amor.
Cabe despertar y salir corriendo hacia el tesoro
recién apalabrado, la magia curativa que recolecta episodios de angustia
y los revierte, desliza su pus negro sangriento sobre la parte vacía
del espíritu, se purifica un tanto, quiere ser.

Mejor que ayer. Hoy es el día de las apariciones, los ramos
de flores rojas entristecen el aire, las auroras brotan descarriadas,
pero algún espejo recoge la intrascendencia del momento
y lo fotografía con elegancia y un punto de miedo transparente.

Decían del amor que picaba un poco o que no se dejaba
conocer. Como si fuera el gran desconocido que el mundo considera,
recibía rosas en filtros de espuma, garantizadas rosas elegíacas,
turbias.

Sobornaba al cristal, sí, con una drusa de mármol y diamante, con una lágrima
pescada en el vidrioso estanque donde no se asomaban las princesas
y los caballos enfurecían sus crines. El manifiesto del amor rotaba
con la tierra al mismo tiempo de señalar un viaje eléctrico.
No más.

Era tímido en su comienzo, vanidoso quizás, se dejaba contar,
permitía un arisco concierto de metales: algo de sangre.
Las chicas lo leían con orgullo, estudiaban sus planteamientos, lo ponían en práctica
musitando una fórmula. Ellas que portaban en sus manos el sello
de alguna eternidad romántica, que escondían un beso en la puerta del alma.

Oh, ellas, portadoras de lunas. Que vestían por igual sus túnicas,
unas sandalias gastadas, otra piel y otro acento. Que dictaban el verbo y la materia,
la materia del sueño a los profetas. Nada sabían del amor grabado en las paredes,
escrito de memoria en los muros enfermos de la ciudad abandonada,
tatuado en la corteza de los árboles.

Cuando la voz demanda un silencio estridente para la caricia,
una escenografía adecuada al abrazo que calcula sus posibilidades de éxito,
la proximidad convulsa de un latido insurgente,
en el terreno del amor, fluye la tinta como un brazo de mar 
sembrando curvas imposibles, filigranas anónimas.

También decían que algún verso describía tiernas espirales a la orilla del cielo...,
más bien precipitándose al abismo.

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