La
buena letra, que es mecánica, es una fábrica de amor.
Cabe
despertar y salir corriendo hacia el tesoro
recién
apalabrado, la magia curativa que recolecta episodios de angustia
y los
revierte, desliza su pus negro sangriento sobre la parte vacía
del
espíritu, se purifica un tanto, quiere ser.
Mejor
que ayer. Hoy es el día de las apariciones, los ramos
de
flores rojas entristecen el aire, las auroras brotan descarriadas,
pero
algún espejo recoge la intrascendencia del momento
y lo
fotografía con elegancia y un punto de miedo transparente.
Decían
del amor que picaba un poco o que no se dejaba
conocer.
Como si fuera el gran desconocido que el mundo considera,
recibía
rosas en filtros de espuma, garantizadas rosas elegíacas,
turbias.
Sobornaba
al cristal, sí, con una drusa de mármol y diamante, con una lágrima
pescada
en el vidrioso estanque donde no se asomaban las princesas
y los
caballos enfurecían sus crines. El manifiesto del amor rotaba
con la
tierra al mismo tiempo de señalar un viaje eléctrico.
No más.
Era
tímido en su comienzo, vanidoso quizás, se dejaba contar,
permitía
un arisco concierto de metales: algo de sangre.
Las
chicas lo leían con orgullo, estudiaban sus planteamientos, lo ponían en
práctica
musitando
una fórmula. Ellas que portaban en sus manos el sello
de
alguna eternidad romántica, que escondían un beso en la puerta del alma.
Oh,
ellas, portadoras de lunas. Que vestían por igual sus túnicas,
unas
sandalias gastadas, otra piel y otro acento. Que dictaban el verbo y la
materia,
la
materia del sueño a los profetas. Nada sabían del amor grabado en las paredes,
escrito
de memoria en los muros enfermos de la ciudad abandonada,
tatuado
en la corteza de los árboles.
Cuando
la voz demanda un silencio estridente para la caricia,
una
escenografía adecuada al abrazo que calcula sus posibilidades de éxito,
la
proximidad convulsa de un latido insurgente,
en el
terreno del amor, fluye la tinta como un brazo de mar
sembrando curvas imposibles,
filigranas anónimas.
También
decían que algún verso describía tiernas espirales a la orilla del cielo...,
más bien precipitándose al abismo.
más bien precipitándose al abismo.
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