domingo, 21 de mayo de 2017

cuatro estrellas


Nostalgia, como una culebra, algo que se retuerce por el suelo,
entra en el cuerpo y forcejea, se aletarga,
luego entona un silabeo suave que no tiene principio.

En algún lugar, la calle se adueña de los cuerpos, las calles
se sacan cuatro estrellas de la manga:
toca obedecer. Ya puedes advertir a tus hijos, escribirles un libro para que no se olviden de las cuatro estrellas,
de las cuatro cosas que son la vida: el campo (x3) y el color. El color es misterioso,
determina un nítido rumbo, es una invención por los siglos, no se siente.

Sabido es que por el parque hay muchos objetos de los que preocuparse; se encuentran
ritmos preocupantes, habitantes pavorosos, gemas diurnas,
hologramas y un aire retro de modernidad. La ventaja es que las chicas leen a Gombrowicz como quien se lanza a respirar,
leen a Maya Angelou antes que tú, leen entre las líneas de la mano
y siempre hallan la muerte en diagonal.

Tampoco es que el poema pueda evitar la destrucción, no está en su mano; es un sinsentido
provisto de largos dedos, extraordinarias venas, vetas
de amor. Ahora es posible reducirlo a una sucesión de números primos, o sea, un algoritmo con seudónimo, lo facilita la clara
polisemia, que abarata el canje (lo que no implica grave pérdida). Entonces llega un policía del tiempo
y te abre la cabeza porque no conoce a Basquiat. Y eso es todo lo que
debes saber sobre el poema.

Oyes, sin embargo, la risa argentina de Noname y te enamoras en el acto. Te vinculas,
saltas de un vehículo en marcha y ves las estrellas en la hombrera puntiaguda del diablo.

Un ángel viene a salvarte. Jordan en pleno, desintegrándose desde Highland Park hasta tu espacio, tu barrio natural
donde brillan los pájaros y las ramas abundan como clubes sociales,
hogares protegidos. Ella siente una nostalgia simple por el arte,
verbigracia, se sostiene apenas sobre una forma literaria.

Ya se puede escribir una novela rosa en términos de Amor. Inunda el océano la sangre
derramada. La música es un remedo de la sangre, mancha de púrpura
los oídos, un dolor que no se quita con un beso, que arde en la piel del alma como un sueño
que cegase la luz de la verdad.



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