lunes, 12 de junio de 2017

aquellas bombas celestiales


Vuelta a la desolación. El desierto es lo contrario del amor. Allí los ángeles
pasan hambre también. Ah, el amor, qué fuerza estúpida. Dijo el ángel antes de comer: el desierto es frustrante,
¡cuánto campo alrededor! (ver un ángel de todo corazón: si lo ves, te ama). Volar sobre la arena tiene mérito,
tanto como comerse una hamburguesa
y luego aflorar una sentencia anónima, algo sectario, el sincero aforismo postergado o la cita
caliente con la posteridad.

Cuando –desertizado el paisaje– los ángeles huyeron hacia la salida de emergencia
echando a volar de improviso hartos de amor y mezcolanza, de caracteres impresos y nueva ciencia ficción,
cansados de violar libros sagrados y cometer impuros sentimientos, ebrios de literalidad
e incontinencia, pensándose las esdrújulas durante una cruel semana santa, insanos lectores de Bukowski y sus tensiones,
sus ojos luciferinos alterados por una bandada de insectos
musicales, seguían a su instinto; el ángel llamado Angel Haze distribuía víveres entre los refugiados
dejándolos caer como bombas cordiales. Bullía el campo de satisfacción y las paredes
brotaban de la tierra, los ríos se reían de su obra.

Jordan había soñado con la esperanza de un verdor
anaranjado, un zumo escuálido. La hierba, meticulosamente recortada, regada por un máximo de llanto,
despedía el humo de las lamentaciones y los dedos se volvían huéspedes tacaños mientras liaban sin parar cigarrillos
adultos. La belleza se quedó apartada en un balcón con vistas a la beneficencia,
disputándose el cetro de la melancolía con un filón de revistas del cuore y un famoso
eslabón perdido.

El primer y único negocio abierto aquel año en el espacio fue un expendedor de invitaciones,
que era al mismo tiempo una financiera milagrosa. Las chicas vigilaban la inocente
curva de los mecanismos autentificados, su funcionamiento extraoficial; vibraban llenas de dominio,
redondas de pureza. Hubo un ciego lastimoso que recuperó la sed, un cojo que vio nacer en su interior una deformidad
constante a la que llamó su alma en un destello de inspiración felibre.

Angel Haze instó a Jordan a un dueto de salmos deificantes. Y ambas irrumpieron en el templo
apartando tablones de madera con un juego de barras y un puré de rimas
invencibles. Al desierto ahora se le nombra y es algo a través, un baremo de realidades donde puedes encontrar un arce
o un lago de superficie helada. Una de ellas vio el amanecer en un plato de ensalada para dos,
pero era el amor que asomaba la frente con un ojo morado y una sombra
volcada entre los labios.




2 comentarios:

  1. No soy ni derechas ni deizquietda no,de hecho.no soy de nadie de hecho,
    No soy ni de mi mismo.
    Solo soy :yo mismo
    Yese yo rememora cuando era además de yo mismo, para mi mismo,.
    Un buen relato
    Me gusta

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  2. Yo soy de izquierdas: cosas de familia.
    Gracias por pasar.

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