Así es su corazón nuevo y fragante,
esta pequeña alondra
que se va.
Sin embargo su idioma se volvía
terrible por completo, se ignoraba de cabo a rabo, oh, inocencia amordazada,
qué látigo vocal inofensivo. De pe a
pa se explicaban las notas como sílabas graníticas o mármoles
sinuosos, de veta cálida, rama
soportable. Nada más simple que la confusión,
la sencillez extrema de Babel, el
sentido final de Babilonia y sus conquistas apodícticas, su certeza radical.
Solo cabe una verdad, y no se
entiende, debe estar fuera de alcance, fuera de la galaxia y las galaxias,
suelta en su predio redimensional,
sentando cátedra.
Pues ella no capta la costura del
verso, la inconsistencia fatal que permite su encanto. No atiende al fenómeno
demente que transita su holgura, la hoguera
dorada prendida en silencio. Esta perpetuidad
equidistante. La sangre, esencial y
heroica, no oculta su importancia. Una copa de sangre
brilla junto al mar, encoge, se moja
los tobillos en el ascua esmeralda.
Pequeña K: la forma de su aliento se propaga
como una insolación, obra su eclipse sobre las mariposas.
No hay lengua que contenga su lengua
torrencial, su texto formidable.
Sobre el papel, un alba tranquilamente
dibujada a mano con la cera virgen,
una legión de emperadores dibujada a
pulso en el infierno.
A veces ocurre que una construcción
afortunada supera las barreras impuestas por el clima,
sitúa la vorágine un punto por debajo
de la media coral. Se produce un destello en la conciencia, menos
que una reacción en cadena, un
simulacro de discernimiento, y el amor asoma su recién
cortada flor por la tronera del alma,
su rosa prohibida.
Una palabra crea hogar, otra enciende
la gloria para gloria del humo, que se eleva aprobante.
La meteórica ascensión del verso hacia
la absoluta pobreza, ni misterioso ni oblicuo, incomprensible
o escrito sobre el agua turbia de la
balsa, el pozo acostumbrado a la reliquia y el hueso. Mas, ¿qué sonido pondrá
cerco
a las torres secretas de su corazón?
Su corazón tan puro como una mermelada de rocío.
Pequeña K, reclinada en el viento como
un sauce, luz que aceptara la inmortalidad
del viaje.
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