viernes, 20 de marzo de 2015

gran pastel


Se difumina en el poema. Ha echado a andar. Oh, nostalgia de líneas anteriores,
esbeltos párrafos que rindieran culto a su belleza. Nada más que su foto premiada como siempre, su canción;
queda su nombre atrapado entre dos eternidades, tres horas de luz. Su nombre ha perforado
la materia invisible de la aurora, el papel, el lienzo, ha tenido que arder
para dejar vivo este desierto, esa ceniza de oro, estas palabras puestas a secar en el feo andamio de otro verso.
Su nombre como un renacimiento: tan feliz.

El poeta se muestra precavido. Siente una flor que ultima su figura
detalladamente. Tiempo que se arroja a la aventura sin mirar el reloj, echa la vista atrás con tal de incorporarse
al ajetreo sano de la vida. Un tiempo que recrea cada nueva palabra del bestiario,
cada letra deportada al abismo, cada sombra enterrada en su garganta. Pero el poeta hoy como si fuese ayer,
un retorno a la monotonía sin pasar por el cambio, por el aire que se desconecta
a ratos del enjambre real.

Bella, tan bella que ha declarado sus labios hacia el firmamento: un reparto estelar. Su piel
contada a través de un espejo, el sudor reflejado en el brillo candente de sus brazos. ¿Cuál es la relación?
Sus manos evasivas, estatuas de un momento, manos de piedra curada por el sol, de espuma lenta.
Caricias que han llegado al pensamiento, han cruzado una mente que palpita con toda su verdad desperdigada
por un campo de olvido, abrazos que no perdonan una sola razón, un solo exceso.

Aburridos besos sin tregua, una máquina de besar en el vacío, en la frontera. ¡Oh, si pareciese un sueño!,
la fascinante propiedad del sueño. Mas la melancolía se conforma con su realidad: la que no existe,
en tanto se opone a sí misma y contradice su metáfora, no tiene lugar donde purgar su falta de armonía
(es un lujo que no puede permitirse). Así, los besos vuelan hasta Francia, que es un viaje bien corto en la bodega.
Y ella oculta un detector en su mejilla, la sensibilidad que irrumpe en el silencio como un eco familiar
y desconcierta, pues se asemeja a todo.

En el espacio, hay un enorme caramelo de menta y una zarza de moras, y las fresas son grandes como rocas
volcánicas; los ángeles comen como pájaros. Esto es un poco la industria del arte, apenas un pellizco,
compota de manzanas, gran pastel. Sin mencionar el canto que se acentúa y fluctúa a su manera, su mantra,
divirtiéndose a pesar del baile. De noche, las almas se acercan al paraíso,
frecuentan inmensidades sin gravedad ni forma, simultanean su esfuerzo, pueden besar una frente dormida.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores