Solo la inocencia es bella. Jordan ha disparado a
la boca del lobo, ha callejeado por Jerusalén.
Ha patinado a la orilla de Walden sin que su manto
se deslizara un ápice.
Esta es la hora del ritmo; los patos vuelan hacia
atrás, los gorriones siempre al borde del destierro, adelantando
su alimento. La buena tierra es de abandonar.
Llegándose al desierto,
los árboles son tratados como piezas heroicas, el
agua finge un curso elemental.
Las calles se han abandonado a una métrica rasa:
¿quién no ha matado por amor, aunque fuese a un insecto?
Jordan ha disparado su voz contra el espejo y una
multitud de rápidos amagos,
coros celestiales, una gran pléyade de hermanas ha
correspondido a su entusiasmo
tanto desde el oeste, por donde llega el tren, como
desde la noche (más al sur).
Vacío es el expreso del mediodía repleto de
extranjeros sin nombre,
algún poeta, varias muchachas esbeltas de nocivos
ojos, como novias
petrificadas. La música es un dulce que debe
repartirse entre los niños, debe hacerles llorar.
Si hasta los médicos
llevan armas ocultas.
La ropa es una lata; Jordan viste a la moda de los
años veinte de cualquier otro siglo. Ropa de camuflaje
y una gorra de los Lakers, botas de andar por casa,
listas para subir a los árboles
o patinar, cuando el hielo está oscuro, por los
surcos transparentes de W.
Originalmente, una princesa súbita, algo torpe para
su edad, algo indisoluble de su alma. Su cuerpo
elude las comparaciones. Tiene una familia
y un collar. Las noches pasan a su lado sin
dirigirle la palabra, el futuro arquea su espalda con un cosquilleo dramático.
Es la misma flor con malos modales que ha desvelado
el secreto del odio,
desamordazado a la naturaleza: en su naturaleza,
brilla la forma de un corazón en llamas.
(Sabios rubicundos
alojados en baldes, arrojados al cieno, sondean su diminuta silueta.)
El cero es su número de la seguridad social. No ha
perdido nada por azar, nada en la historia. Tan inocente
que mil relámpagos fulminan a sus detractores, su
tacto es arena luminosa;
como si fuera un ángel, pero dejado de la mano del
hombre.
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