Un buen momento para hacer deporte es cuando te persiguen. Nada es lo
que era. Las bandas
han desaparecido del tablero. Es por las individualidades. La chica milagro
no tiene familia conocida;
su nombre es J. y no sabe besar. Oh, sí, ha besado tanto; su boca
dulce comprende un vocabulario experimental. Pero el poema destaca
la necesidad del estímulo amoroso, el torrente benéfico de la
melancolía, la cierta
posibilidad de un orbe literario acercándose a la tierra bajo nuestros
pies. O debajo de un árbol legendario y temible,
un ciprés legendario y temible, su crecimiento oxidado, su vigor contra
el viento, formidable enemigo. La poesía
destaca la posibilidad del arte y es un hecho: en cada movimiento,
cada frase alternativa. Es por la cantidad del lenguaje, sus
derivadas,
ángulos, el panorama que rodea la experiencia.
Un buen momento olímpico es cuando te designan, esperan algo de ti.
Algo como un guiso o una terraformación. Desde que la Luna ha explotado
en siete pedazos colosales que orbitan sin mayor
conocimiento. Esta SF es tan dura. Supone ingeniería, también social.
El futuro
sucks (puto spanglish). En una ciudad tan grande como San Antonio,
existe la avenida,
algunos le dicen South Presa, un circuito eléctrico que debes recorrer
a paso ligero. Por ahí están los clowns
disputándose el mercado; representan.
Vamos a decir que Jordan se ha quitado los zapatos y ha efectuado una
curación milagrosa. Lleva puesto
un vestido blanco sin encaje (!) por encima de la rodilla. Decir que
sus manos
son palomas y transmiten ondas víricas, calor, avanzadillas de una
sangría absolutamente pop, veamos: líneas como pisos
de un rascacielos, líneas anémicas ordenadas de menor a menor,
segmentos enmascarados; así que ponerle un antifaz al arpa y esperar un
tiempo
es recomendable. La oscuridad se parece a la noche en el blanco de los
ojos, hay que tapar el hueco de la alcantarilla,
diseñar un sistema imaginario y echar a volar.
En clase de ciencias no hay nadie; el colegio se cae y las modernas
colegialas que fueran
carne de presidio y el profesor oculto en el armario con el esqueleto
y un mapamundi demodé. Sin embargo, la música
ha pasado el corte y se reproduce como una célula madre esquivando
tramos de silencio, las palmetadas afónicas del sueño. En los
pasquines: busca y captura. Las chicas afinan
el sentido de la vista subidas al ciprés. Llueve en el extrarradio,
que es como decir que está lloviendo. Jordan ha salido a comprar con
una pistola en el bolsillo,
no lleva auriculares ni ha leído el poema. Sabe que un ángel la protege
desde que tuvo que matarlo por primera vez.
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