Está fría la tierra; bajo tierra estará más fría aún. Hasta el hielo se
merece un abrazo
(para entrar en calor). Un coro electrizante: Siedah Garret en directo;
algo que acompañe, que retenga,
algo que gire en redondo y vuelva la vista atrás hasta aquellos cuatro
asientos del autobús. Y más
allá, donde los ángeles custodian una humilde casa de madera.
Es un milagro echar a andar, ponerse en marcha por estos caminos
reventados de historia, este polvo
común y este suelo agrietado. Oh, asistid a la noche de los tiempos,
el autorretrato de la eternidad.
Hay una valentía que surge de las manos de los héroes y se propaga por
el manso terreno de las carreteras vigiladas; hay
sirenas en cualquier momento de la noche o del día que son como
martillos, barcos
como trenes de invierno, travesías por las que pagar. La vida no es
bastante, no basta una vida,
con sus accidentes y sus anchos veranos, sus flores en el ojal y su familia
(ufana o militante), pobre y triste
familia descamisada y rota. Entonces es necesario
creer en el infierno y sus calderas personales, contemplar universos
paralelos.
Entonces… ¡Mirad! Desciende una revelación, el anuncio de una nueva
realidad plenamente dispuesta, atravesada
por la flecha del destierro, el vía crucis del amor. Es una joven más
alta que la estatua de la libertad, más negra que las nubes,
su piel es un recordatorio, su piel es de una belleza
reincidente. Su piel es un arma de construcción nativa, un capítulo del
verbo ser, una palabra
que pesa sobre la conciencia como la carta de una madre o el mensaje de
un profeta cautivo.
Ante el liviano altar de sus ideaciones, retablo durmiente de figuras y
libros. La extraordinaria candidez
de un sueño que se desvanece. Tanta cultura ahijada en su cabello, en
sus manos
bordadas de promesas. Y luz.
Hoy vamos a poner una rodilla en tierra. Como si fuera un espejismo o
tuviera
lugar una renuncia. La fantasía dura lo que dura un beso. Sabemos en
qué creen las flores, tenemos
fe en el fuego que derrota al incendio. Hoy vamos a mirar a los ojos de
los muertos como si fueran todo lo que existe
y un gran espejo nos devolviera, en su nombre, la imagen de la paz y la
justicia.
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