Jorja Smith suena en el espacio con su
propia amplitud
escalofriante, no es que no se la entienda;
acostumbrados a escuchar el mismo estado
tradicional (4ever). Jordan no conoce
a Jorja Smith, su despierto estilo, la conmoción que desborda; ella,
abanderada de una alianza de
espíritus, ella sordamente
en el recuerdo, en la matraca del aniversario
y en el estreno de la reconciliación: su película doblada al sonido del agua
bajo aquel puente perfecto, romano y
perfecto (entreverado), con su torre y sus piedras decorosas, sus piedras
eternas
labradas por el cuerpo de otro sol.
Así
que Jorja estruja (la burbuja d)el silencio y nadie averigua su acento, nadie
entroniza su
tan indeseable como un puñetazo en la
cuna, un escupitajo en el arte.
Por el aire, Jordan vacía cubos de
alma, trazas de un ser
superior, destina parte de su energía
a la desorientación y el paroxismo. Ha leído
un poema esclarecedor porque alguien obraba
digresiones en la rama equivocada de la lírica nativa y volaban las agujas
espinosas del pinar como una lluvia
esdrújula contaminante.
El caminante acucia, ensucia la senda
con su versificación emulsionada, antigua, llena de un ansia.
Vive en su mente un pueblo antiguo,
lleno de ansia, desaforado. Su arte cobija docenas de palabras ilegibles
por cada palabra escrita en el
destello del lago o en la profundidad del espejismo.
Una poderosísima concatenación de
sucesos piramidales, confeccionados
exclusivamente por celosos
trabajadores del sueño; la mentalidad se esconde tras una sombrilla
a rayas, es un viaducto por el que se
desliza el terror de las miradas. La ciudad estremecida ahora, desorbitada
ahora, grotesca en su tamaño y su
reiteración aparece en todas las pantallas echando humo como la casa del
ahorcado;
en su vientre madura un proceso
creativo, se desenvuelve el regalo de la noche,
crece el vigoroso encanto asociado a
la estación del minotauro.
Jordan patea el asfalto con un poco de
rabia, derrama un poco de sombra
sobre el amanecer, introduce su
piadosa voz en el coro doméstico. Entonces escucha el ensalmo vertiginoso
en el cruce de caminos, las páginas
caen heridas por el eco y el polvo se eleva como una bendición en el espejo
celeste,
mientras el canto rocía la madera con
todo tipo de calamidades, construye arcos de metal bajo cuya estridencia
pasan de largo los ojos del futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario