Ha
pasado el tiempo, no para la soledad. El aire multiplica su promedio, se eleva
tan
triste como una solución desesperada; los grillos cargan con la fortuna del prado,
los gorriones
esculpen
una melancolía gigante. Y el tiempo se comprime para ella, lo estruja entre sus
manos vírgenes, sus dedos
ocupados,
entre sus ojos inflamados de verdad.
Cuánto
olvido cabe en una sola noche de tormenta, cuánta
luz se
necesita para desbordar un beso. Jordan pasea no como una paseante universal,
no como Walser,
no como
Emily, no; como Irene, no, no como Katerina. No. No sube al tren una mañana de
invierno, no da vueltas
al mundo
con un sombrero distinto cada vez, no lleva entre las manos tanta luz.
Leer el
periódico sería una solución independiente a este aburrimiento
feroz e
inconsolable, pero ya no hay sindicatos ni banderas, y los obreros se han
mudado a otra
zona
catastrófica; pues ya no hay madrugadas para madrugar, ni anocheceres tan
tempranos, ni templos
donde
guardar el Sabbat milenario.
Ahora
las maravillas se visten de domingo un lunes por la tarde, los relámpagos
ocultan
un mosaico de velocidades, la luna es un fumadero de opio allá en lo alto. Y Jordan
fuma
la
hierba del milenio, seduce a los muchachos que se dejan los labios y la bronca
en la mesa de póquer,
cava una
tumba donde meter los pies,
agujeros
de gusano para el ferrocarril de medianoche, amplias fosas donde remeter la
historia.
Han
pasado el tren y el mar; de puntillas por la soledad, y entre todas las sombras
había un
cuadro en blanco, se escuchaba el rumor de las olas dichosas. Nadie es feliz en
este apartadero, esta devota
forma de
la patria escindida, este bosque unificado. La Avenida corta con la realidad
en el lugar
exacto en que la romántica esencia del futuro se funde con las ruinas de la naturaleza,
aparece
entre columnas oxidadas.
Siempre
se escribe contra el punto débil del ayer.
Jordan
escribe con la vista puesta en un horizonte pasado de moda, con el rímel
corrido y el carmín
soterrado,
con la lengua arropada por un grito y las palabras sueltas por el cielo,
calderilla
en el bolso de la eternidad.
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