UNO
Surrealista es la memoria que se presenta
envuelta en celofán y tras un redoble de tambor, que
miente porque es su cometido;
pero cómo abordar la intransigencia
autoritaria, el predominio del tractor sobre el
genio. No frivolicéis, instigad sin embargo
la HG*, manifestad vuestro desdén
(cadillac en pulcra avanzadilla) eternamente.
El socialismo real ha pasado de refilón por la
Historia provocando un alud de intensidad desconocida,
un precoz movimiento esencialista: del peón al barman
matriculado en bellasartes, de la moderna colegiala
a la melancólica chica del milagro. Del pescuezo al
muslo,
del campesino independiente al infatigable
traductor, del museo a la musa y a las musarañas.
Todo profetiza una profundidad insondable, un trance
coloquial aunque dolorosamente ingenuo.
Sumarse al prodigio del humo parece una
recomendación artística
elocuente y semejante a una orden; ciertas
conversaciones encierran más que palabras, son forúnculos en el lenguaje,
fiordos, pelucas, sufren de artrosis y del páncreas,
se adueñan del océano universo así como quien sopesa
una oferta irrechazable; divulgan un vademécum de infamias,
dirimen sus ardientes duermevelas como espadachines
de barrio, navajeros y monjes.
DOS
El monasterio ha acabado por los aires
(literalmente); dicen las abejas. La muchacha organiza una procesión
por los recovecos incógnitos de un glaciar en
extinción. Ella Mai supera un examen de canto con varias fórmulas
mágicas de su autoría. La prótesis surrealista, esa
muleta
imposible que no anda, ese andador tuberculoso, ha
parido un esqueje multidisciplinar,
es algo abrupto del teatro, algo abrumador, una
acuarela metafísica.
Ya no hay belleza (y la hierba).
Ya no hay belleza; desde que Keats proclamó su boutade, su alcohólica magistralidad, su
permuta interminable, interna,
doméstica, aquella fiesta tan común como una fiesta
habitual, como otra fiesta.
Ahora la moderna colegiala es dominante en cualquier
terreno verdusco-pardusco concurrente,
incluso bajo tierra su pereza se coloca en cabeza de
las adversidades. Hay una industria del deseo que la desea,
un megáfono también para llamarla,
altavoces en cada portal de la mísera ciudad
endomingada. Hay una negrura
postal y un informe perdido en los archivos; se
trata de cubrir una plaza de misántropo en el ministerio del aire,
las solicitudes vuelan en forma de aviones de papel,
entran por la ventana
y salen por el mentidero. Y esto es solo el
principio. Decimos:
el futuro se hace fuerte en la memoria.
*Huelga General
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