Solo forma,
una brizna de maldad entre los ojos, en aquel
espacio
reverberante de la oscuridad; hay una mirada que esclaviza la noche, un teorema
falso
sobre la melancolía y el deseo.
afortunada,
que la tinta no mancha según qué pieles
de
inmaculado volumen. Que el silencio no retrocede hacia el sonido
enfático
del trueno.
y
absorta, incómoda para los enamorados. Qué embarazoso el tronco
basal y
despintado; esta Naturaleza amarillea adrede las orlas del otoño que fue, hace
fuego en el bosque,
veranea
en el alma y se atrinchera en el mundo.
de las
enormidades, una microscópica visión del universo ―con un poco de mercromina
bastará. El universo
se
acentúa en el primer robusto cuásar de la serie, el remolino
original
y sus corpulentos brazos espirales, la mancha gorbachoviana en el terso
cráneo
de la divinidad.
rebelde
de su corazón malvado, sigue el ritmo mecánico de los árboles que mecen la
frescura
de la
soledad ―el árbol cae de todos modos. El punto se retuerce
como si
dependiera de su ruido el fondo estático del cosmos. Emily calcula la potencia
de uno y habla
con el infinito
en su lengua de signos; luego,
despliega
un mapa que nadie reconoce.
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