Flores
de lavanda y abejas industriosas, un verano en trámites de divorcio, una luz
retadora,
esta física tonal. Como cierta noche de verano Alisha Boe fumando en su balcón
edificante
―es verídico. El aire fresco
se
aglomera virtuoso, hace suyas las grandes intenciones.
aquí algunas
de sus metáforas más consideradas, también una escritora europea ha deshuesado
aquí un esqueleto
de
quinientas páginas. De sobra. A lo lejos,
los
lobos intuyen una carrera de categoría y se lanzan al rescate de las insinuaciones
sepultadas
bajo el
carmín del extremismo literario.
satisfactorio,
a la espera del impublicable selfie protector, el significativo escarmiento, su
revolución
oportunista.
la
novela aclarativa, el estupefaciente invento no-verbal que habría de sorprender
a la academia, el verso
descompuesto
en una loca factoría de la mismísima ciudad de Minneapolis (MN).
escépticas,
libres en la poesía
(únicamente).
Mano de obra.
retroactiva
de la contaminación que viene. Árboles minúsculos sin nombre biológico
―ecuaciones
irreductibles―
presentes en la representación del diluvio, actuando para ella, observadora
natural
y propietaria de una granja de abejas sibaritas.
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