No
llores. Hay tiempo para morir. El aire está
cada
vez más alto.
Este
olor viene de dentro. Huele a sangre a todas horas. Este miedo se compone
de
sangre. El color es de un granate casi intacto
con
vetas carmesíes en los límites de la fatalidad (donde los sucesos al azar se multiplican
y se
intensifican y ocurren varias veces cada vez, cuántas veces cada vez).
No
llores, acompaña a ese hombre a su funeral, discútele la gloria.
Hay
tiempo para estar a solas. La gente se reproduce como una cinta de vídeo,
esa
que habías visto (no es spoiler). Lo máximo es filmar una interrupción
del
embarazo, que es cuando se te pasa la vergüenza y el mal trago de vivir.
No. Y
no. Lo mejor es presentar un documental inédito en el festival de cortos y
perder
por
la mínima. Un buen documental ha de llamarse con el nombre de un ingrediente
cualquiera.
Y ha
de tener una intriga rugosa,
su
fantasía, su píldora y su horroroso jarrón.
Si
lloras, que se note el escándalo, que se enteren tus padres, que repiquen los
libros.
Si
una lágrima, que se jodan los poetas, malos adivinos, necios príncipes.
¡Que
llamen a la policía! El incendio no es en los bosques tupidos de Montana,
es
Aquí. Ahora.
El
llanto es una convención autoritaria, un burro torpe que tropieza,
cocea
y no es tan plateado. El llanto no rebuzna porque tiene corazón y se enamora.
Tanto
amor es para no llorar. Hace tiempo que el llanto es la mitad del corazón
(pero
la otra mitad tampoco sangra).
Algunos
animales huelen las moléculas de sangre mientras aún circula
a
toda velocidad. Y se ponen como locos, saltan,
aúllan,
gruñen y muestran sus dientes amarillos. Algunos hombres buenos o famosos
husmean
y registran el miedo igual que perros sin collar.
Suelen
ir armados.
No
llores. La felicidad es para los tímidos. Para los niños. Para los marineros
rasos.
Es
para no llorar. La felicidad es un injerto en el alma por un lado u otro.
Se
oye un ¡crack! y un angelito se muere en el purgatorio.
La
imagen impacta. No es que haya Sangre por el suelo. No Tu Sangre.
Ni
vísceras.
El
suelo está algo abandonado, como un cielo sin presión atmosférica o una montaña
sin cruces.
No es
que haya plumas, huesos, carne en estado de descomposición, carne fresca.
No
parece haber ropa. La desnudez de un ángel no es erótica,
sino
valiosa, puerilmente artística, propia de un arte intruso, incomprendido.
Habla.
Mueve el arpa. Ama. ¡Llora porque es tu deber!
Ama
porque estás tiempo
de sonreír
con infinito corazón y retener la sangre de tus labios.
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