sábado, 15 de febrero de 2014

instrucciones para morir de amor


No llores. Hay tiempo para morir. El aire está
cada vez más alto.
Este olor viene de dentro. Huele a sangre a todas horas. Este miedo se compone
de sangre. El color es de un granate casi intacto
con vetas carmesíes en los límites de la fatalidad (donde los sucesos al azar se multiplican
y se intensifican y ocurren varias veces cada vez, cuántas veces cada vez).

No llores, acompaña a ese hombre a su funeral, discútele la gloria.
Hay tiempo para estar a solas. La gente se reproduce como una cinta de vídeo,
esa que habías visto (no es spoiler). Lo máximo es filmar una interrupción
del embarazo, que es cuando se te pasa la vergüenza y el mal trago de vivir.
No. Y no. Lo mejor es presentar un documental inédito en el festival de cortos y perder
por la mínima. Un buen documental ha de llamarse con el nombre de un ingrediente cualquiera.
Y ha de tener una intriga rugosa,
su fantasía, su píldora y su horroroso jarrón.

Si lloras, que se note el escándalo, que se enteren tus padres, que repiquen los libros.
Si una lágrima, que se jodan los poetas, malos adivinos, necios príncipes.
¡Que llamen a la policía! El incendio no es en los bosques tupidos de Montana,
es Aquí. Ahora.

El llanto es una convención autoritaria, un burro torpe que tropieza,
cocea y no es tan plateado. El llanto no rebuzna porque tiene corazón y se enamora.
Tanto amor es para no llorar. Hace tiempo que el llanto es la mitad del corazón
(pero la otra mitad tampoco sangra).

Algunos animales huelen las moléculas de sangre mientras aún circula
a toda velocidad. Y se ponen como locos, saltan,
aúllan, gruñen y muestran sus dientes amarillos. Algunos hombres buenos o famosos
husmean y registran el miedo igual que perros sin collar.
Suelen ir armados.

No llores. La felicidad es para los tímidos. Para los niños. Para los marineros rasos.
Es para no llorar. La felicidad es un injerto en el alma por un lado u otro.
Se oye un ¡crack! y un angelito se muere en el purgatorio.
La imagen impacta. No es que haya Sangre por el suelo. No Tu Sangre.
Ni vísceras.
El suelo está algo abandonado, como un cielo sin presión atmosférica o una montaña sin cruces.
No es que haya plumas, huesos, carne en estado de descomposición, carne fresca.
No parece haber ropa. La desnudez de un ángel no es erótica,
sino valiosa, puerilmente artística, propia de un arte intruso, incomprendido.

Habla. Mueve el arpa. Ama. ¡Llora porque es tu deber!
Ama porque estás tiempo
de sonreír con infinito corazón y retener la sangre de tus labios.





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