viernes, 5 de junio de 2015

fuji


Esta puntualidad del aire, su perímetro. Las madrugadas rabian como soles obreros. Jadyn atraviesa
el océano nadando furiosamente, se ladea, las olas zarandean su menudo cuerpo;
su empresa es cierta, cuesta un átomo desprenderse del miedo y hay que ponerse rápido al amor.
Esta muchacha ama y sus centímetros aman rascacielos, montes Fuji; las pagodas sueltan lava y tejas adornadas,
Buda comienza a soñar en este siglo.

Oriente ha poseído el amor. Las estudiantes ríen en silencio, hablan en silencio. Crean un simulacro de vida
en la pantalla del ordenador. Ruedan por su pendiente de falso vacío
y dibujan el paisaje de su espíritu: sierras madres, lagos de altitud. en medio del azul se encuentra una moneda con dos cruces:
para ganar tiempo. El ambiente es tan sórdido como el del campus; prolegómenos y abriles a mansalva. La sinrazón
del mérito se adueña del tejido social. Anaqueles, productos, peones fatigados sin espacio para el sueño.

Jadyn observa el universo desde su torre; es más grande de lo que parece. Las estrellas bordean la catarsis,
humedecen su trono y se entremezclan con la nada, sin prejuicios. Ahora crece el estallido, surge
un drama que se hincha como un globo, hinca sus rodillas en la profundidad. El sonido procede de otro atlántico
más al sur, a cientos de años luz de la miseria. Allí, los niños maleducados efectúan cabriolas inteligentes,
llevan chips sin azúcar que afianzan sus músculos y forman su felicidad. Ella ha prometido
mirarse en el espejo y ver a dios.

Polvo estelar. Misiones y misiles de alcance extraterrestre. Este corazón: polvo estelar.
El corazón de J. late y trampea los acontecimientos, feliz como un chico triste a la puerta del baile.
Hay una familia completa en algún lugar de la fotografía del garaje, en un segundo plano de la fotografía en sepia
olvidada en el sótano.

Llora. Jadyn ha llorado hoy un poco más sin que nadie la viera. Sus ojos han rasgado el horizonte,
han vitoreado a las nubes; su modo de brillar ha derribado patrones con un soplo. La casa diminuta aguarda una chimenea
ardiente, una fronda de humo caracoleando su demora. Teclas, campanas, huecas colisiones
de partículas desinteresadas. Materia que porfía en sus escaramuzas sobre el alma.

Suena un grito en la distancia, armónico como una rendición, roto como la frágil primavera.
El público aplaude la comedia sin ganas, prefiere la sangre al desconcierto, el odio a la melancolía. Son trompetas, tambores
que redoblan la risa de la noche. Ella se prueba un vestido, la imagen se conmueve, la imagen es pura
vida, tránsito. Poder. Su cabello retorna hacia los mismos labios. Un libro se deja caer al infinito.




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