Oh, no hay un francés perfecto para
ella; su lengua es un detalle, trama una metáfora de proporciones áureas
como medidas corporales. Es como decir
que el rey ha muerto.
Las calles se recorren solas, los
barrios se arrellanan camino de la mar; la cuesta por donde asciende
todas las mañanas, macetas floreadas,
colores festivos para concentrar el cielo, vértigos
y perspectivas mudas. Enmudecen los
perros, los jilgueros que ronean en sus jaulas de oro. El trono
adquiere un brillo efervescente,
pulido, innatural; ella ocupa su nostalgia y se acerca a la vida
de los otros con determinación
suicida. La corte cumple sus funciones como en el teatro, tarde y noche sin
saltarse el guión.
¡Qué bella K.! Fuerza un grito pequeño
en su garganta rubia, discurre una promesa .
Llega el verano y el cielo se compone
de azul, curva las nubes en su seno. En el idioma del viento las palabras
florecen
líquidas y humildes; las fronteras revientan
con orgullo. La bandera del viento es una rosa
que no ha sabido renunciar a su
belleza muerta. La hermosura de la rosa tiene algo de pérdida y azar, parte de alquimia
y predestinación: la lluvia es una
suerte, el sol, un estreno global.
Keny ha fabricado un arma en la
sonrisa que se agota, con manos ágiles, sus dedos elegantes
y flexibles. Dispara fotos en primer
plano y autobiografías a gran velocidad, retrata misterios y meditaciones,
habla con los pájaros antes de decir
que no. Su claustro es un portento por arquitectura y trama,
forma que se urde en el espacio, se
hunde en una sombra singular. Pero siempre hay un espejo que no encuentra su
imagen,
se halla en la tierra de nadie del
deseo aniquilado, alrededor de un secreto inolvidable.
En francés, la llama quema sin comerse
el mundo y el fuego roza el templo de la voz
con su franqueza; en escena hay una
preocupación por el silencio. Todo se mezcla en este cuadro angélico: la paz
y las palomas ciegas, ¡tantas cruces
sin nombre! Se alza el telón y el dinosaurio
aplasta su recuerdo, se despereza en
la memoria. No puede ser que la canción vuelva sobre sus pasos
solo para encantar a los poetas (junto
al espejo se revela una fuente de luz).
La fuente ha decidido rehacerse en una
Alhambra feliz; contra el agua, bucean los planetas, boquean cien mariposas
fugaces.
¡Es tan hermoso el aire que rodea su
aliento! Entrecruzado soplo, alto como una flor de humo. Keny
posee el gusto por la música y el
tiempo, un arte positivo que no tiene lugar salvo en el alma. El tiempo
canta como lloran los niños, con esa
gigantesca decepción y ese dominio de las tentaciones.
Ella surfea, solfea, entona su rap de
estudio que es un corte de amor, anuncia todo el amor
que le es-posible-ahora. No terminan
sus labios de besar el alba, ni alcanza su belleza a derribar el muro del
deseo.
Solo vive, respira, está sola en la
noche respirando un poema que no entiende
pero le quema como un golpe de hielo
en mitad del futuro.
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