Vengan los constructores de palabras,
constructores de planetas.
Aterricen aquí. Construir una palabra
no es tarea fácil: amor
o socialismo. Desmontad el amor del
verdugo y estará plagado de justificaciones. El socialismo se construye
a partir de la patria, pero salen
goteras por el himno, sus columnas son mástiles. El amor es mejor
no derribarlo, es un castillo de arena
que no teme a las olas, se desnuca con un latiguillo funk. Es mejor
no cansarlo, veloz como un latido que
se va.
Id a construir un beso, arrancadle
montañas a la luna. Un beso tiene sus cimientos de madera, su tejado de plumas.
La espuma de los besos sabe a sal,
deja un regusto a siempre.
El poeta moldea un término flexible
que significa adiós. Un poema siempre significa lo contrario. Es mejor
no leerlo demasiado. No leerlo demasiado deprisa. Déjalo en el doble fondo
de la maleta extraviada en el
aeropuerto, donde va también ese polvo extranjero; déjalo debajo de la tabla
del parqué,
esa donde guardas lo que nadie ha
visto. Es mejor porque el poema ha fabricado el amor antes que nada,
de la nada. Ni el poeta ha advertido ese milagro.
Los milagros -todo el mundo lo sabe- son
para esta chica curiosa. La que pasea descalza por una avenida cinematográfica,
quizás en San Antonio, y sale en una
novela sin censura (y sin cortar). La obra es
inmejorable: ella milagrea apenas como
una virgen pero sin apodo, como santamaría pero trabajadora.
Cerca del desierto los imposibles
toman un cuerpo enérgico en vez de frágil y se cumplen lo mismo que los años
o las promesas rotas. La chica es una
colegiala moderna y literal que anda subiéndose
por los árboles, transformando en
fruta la imposible soledad.
Ella ha construido un beso fuera del
poema. La palabra elegida es un secreto bajo el río,
está en la orilla, a la orilla del río
junto a unas piedras / unas ramas / un frescor soleado y feliz, allí los peces,
los cangrejos,
la sombra que aletea perdida y se
consume como un rato. Resulta que este beso es un bocado de tiempo,
un segundo en la punta de la lengua.
Los fundadores (¡mientras tanto!) han
alzado una torre de versos de belleza infinita, aunque
¿quién atesora la belleza? Una corte
de poetas se ha figurado en trance, ha entrado en trance para apuntalar el
verso.
La belleza se ha mecido entre dos
troncos puros rodeados de flores.
Ha destacado tan sobresaliente en la
carrera hacia el azul, hacia el claro verano y sus tardes tranquilas;
ha puntuado el columpio de las niñas
dando un diez.
Ah, hasta el amor ha quebrantado sus
vértebras, se ha volcado en las dunas, ha merodeado la muralla
que sostiene en vilo su dulzura. Los
rascacielos tienen cuatro letras ahora
y una base de silencio.
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