Grecia ha vuelto a asombrar a las
tinieblas.
En Europa ya no quedan paredes que
pintar. Ya no hay trenes que pintar, ni escaparates.
K se ha ceñido la túnica, lleva una
túnica para la representación de la tragedia que nos adormece. Lleva
un rayo de sol en la mochila, algo de
viento sur, guarda un verano a plazos que de noche no calienta lo suficiente.
El tren viaja hacia el sur, viaja
hacia el mar y continúa su efecto,
salva el estrecho y entra en África
por la puerta de atrás.
Esta tragedia se llama a pulso, se
llama economía y es un punto sagrada. Los burócratas agonizan después de haber
comido tanto. Los tecnócratas agonizan
de tanto reírse. La política es un globo sonda
que chantajea a los cielos, un dron
manejado por un piloto suicida. La política es el arte del traje caro y la
corbata
elegante, de los zapatos de
trescientos euros para estar sentado. La política es un dron manejado
por un economista de la escuela de
Chicago. El arte es dibujar al político en la ducha, en su casa de campo
mientras descansa y concede
declaraciones a la peonia del jardín. El arte es retratar
a la secretaria de estado mientras
dibuja un gato en su jardín de invierno.
Es indispensable humanizar a nuestros
dioses. Creemos en el fondo monetario. K no cree. Es agnóstica
porque ha visto el dinero manar del
surtidor central, ha comprobado su saldo y ha pedido
un préstamo al jardinero, que se lo ha
denegado en horas bajas.
Grecia ha comenzado una revuelta. Sus
poetas han comenzado una revuelta. Pero en España hace mucho calor.
Ya se sabe que en julio solo se alzan
los muertos. Y los asesinos.
A los cuarenta grados el tren ha
dejado de arrear. No funciona la luz, el vagón de cola ha iniciado una
protesta:
exige un cambio de estación.
K fantasea su túnica barata, su piel es
un trofeo, sus ojos hacen islas en el horizonte,
su risa es un mediterráneo de
palmeras. Costa Azul. En Marsella gastan un curioso acento. Los mejores autores
murmuran para ella, se abren en canal
el verso. Incluso se habla de un verso que ha alcanzado
las playas, ha escalado por el mapa.
La idea, en castellano. El castellano es un idioma puro,
no se esconde de la felicidad, pero no
es una lengua para amar. Amar así es un ejemplo sordo, apenas un deseo,
un espejo donde olvidar la voz.
La revolución se piensa en español. No
esperamos a la primavera. Nadie quiere otro invierno.
Hay una chica que ondea una bandera
roja. Y canta. Su voz es imposible de olvidar. Su amor es imposible,
pero
está en el poema
desde
que el tiempo está en la eternidad.
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