Se han
parado los versos
como un
tren sin estilo. Parada en cualquier túnel, cuanto más oscuro. Al alba
el éxodo
se recrudecía, más salían de todas partes
atravesando
cordilleras nevadas, ríos turbios enrabietados, luchando contra los alacranes y
otros misterios.
Sirenas
aúllan verbos tímidos. Barajan deudas, cobran a pesar de tus buenas
intenciones,
rompen
barajas, costillas, páginas escritas y páginas en blanco: hay que hacer un gran
fuego
antes de
que empiece a nevar. Las sirenas llevan
una glock en el bolsillo, suenan como ráfagas, pitan más que tu despertador, te
desperezan rápido.
Hay que
bajar a la calle ¡deprisa! a ver pasar los tanques, los triciclos,
niños de
buena familia que viven en barracones y juegan con el cuervo,
viven en
torres y juegan.
La
chiquilla da vueltas al anillo como si fuera espléndido trasunto del mismísimo Browning
(y su escolta),
gira el
anillo en su dedo corazón y la piedra fulgura, fosforece, anula
pasajes
equivocados de un libro en particular, tacha lo que más te importa.
Ella
tenía su tacha como todos los pobres; andaba encorvada fumando su blunt,
lanzaba
un tomahawk bajo la tierra. Ha llovido y asusta sulfurar a los perros. Ruedan
las perlas
como
autos de choque, perdidas para siempre. Los chicas componen y los chicos
entonan, o viceversa, visten
vaqueros
condensados, buen denim, anchos para que quepa la guita, no tan caídos
que no
dejen correr.
Hip-Hop
atenúa, sistólico como un Gillespie mendaz, poco entrenado.
Jordan
no se infla (de momento), sopla haciendo vidrio, expulsa el humo en círculos concéntricos,
carga una rumba
y ronea
con la máxima influencia y el color. Su color es un viento sur del fondo de Los
Ángeles. Ella es un ángel
agnóstico,
ha llegado a través de mil esferas, sorteando pasos ínfimos,
fronteras
creativas. Es la alumna que sobresale del espejo y entre las amapolas;
viene de
ayer y su mirada es un quiebro al futuro, un plato de comida sobre la mesa sin bendecir aún.
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