Están la calle y su florecimiento,
A. Abbas |
el ciego sol que contra el tiempo nada,
la flor que nada sola contra el viento
y, en último lugar, está la nada.
Del séptimo al octavo mandamiento,
hay un panal de juventud quebrada,
un dominio de sangre en movimiento
bajo la carne desencadenada.
Es natural que el alma pierda el paso
cuando se enfrenta al íntimo fracaso
de no saber qué dios la compadece.
Sal a la calle, pierde luz el día,
los ojos pierden pie, nadie los guía
hacia la libertad. Nada florece.
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