No necesita el plan de su linaje, la trama de su alcurnia; oh, en otras
latitudes,
orladas de catedrales como marcas de viruela, edificios grotescos,
se conoce el patrimonio lírico de la princesa Azealia: ha oído hablar
de ello. Jordan tiene veinticinco años, al parecer. El poeta
no tiene edad, carece de complementos, ha soslayado ese viaje. Aquí el
campo se superpone sobre
el resto de paisaje, aquilata nubes y destruye cerros mercenarios. La
historia desaparece al instante,
cede el paso al icono de su poder, la etiqueta de su trato.
Quién tiene razón. El verso ha venido mintiendo desde que el mundo es.
El parque es un punto
negro donde se aparca, donde la parca, donde la porca vida se
materializa
y los libros cobran gran interés, delimitan el ansia y verbigracia.
Volar es positivo,
dominar el territorio como un colono americano, hijo de la caravana. Se
suceden kilómetros de hielo,
incalculables fortunas. La propiedad de la tierra fue abolida por el
tiempo,
las bombas de racimo y las minas que socavan los linderos, delimitan
esta zona de guerra y el espacio
desde el que se alcanza a escuchar la música maestra.
Hay un DJ que ha bajado del cielo en un caballo blanco: su heroína es
la mejor del pequeño
continente. Delante de su choza, una cola que da la vuelta a la manzana
en ruinas; en realidad, la ciudad es solo
señalización, se ha reducido, hay un reduccionismo urbano diseñado para
la pobreza
y la reacción. Jordan vive debajo de: un puente, un campanario, una
familia de emigrantes cordobeses. La gente tira
la basura al suelo, pero ya no hay materia desechable y todo es
ecológico y económico a la vez.
Se les llama la atención. Y sacan la pistola o el machete. Es mejor
dejarlo correr. De hecho, el río corre
que se mata últimamente, se ve que ha llovido demasiado. El poeta dice
que caerá un diluvio y toda la Antártida
se echará encima del paseo marítimo como en una nevada del siglo
neoyorquina, de esa manera silvestre. Los traficantes
cordobeses le ha robado el caballo al DJ, que era un ángel sin medida,
sin memoria de su cadena de mando. Ahora venden barato y han iniciado
una confrontación
suicida con las chicas del otro lado de la calle.
La poesía entretanto se entretiene con la ruta monástica, el retiro voluntario
de Azealia o su manifestación
menos lumpen-proletaria. Se ha hecho mayor y su leyenda monotemática
inunda los pasquines y las fosas comunes,
es trending topic de los cementerios, majestuosa y marmórea. En esta
masa ínsita
del campo, tramo del parque, park avenue o lo que sea, como quiera
llamarse: paraíso, roca lunar, armónico ditirambo
nativo, hábitat, los versos encomian su trayectoria; los besos son
detectados por una máquina
inflexible, un acelerador de sensaciones. A Jordan le atrapa la faceta
simbólica de la princesa, su resto
al segundo servicio, su abecedario capitular, ese lanzamiento curvo con
el brazo
armado de la ley. Ha de reconstruirse un mausoleo estilo Mao, con el cuello
mao y la revolución cultural en su apogeo,
tarta de frambuesa para el té de las 5. Sin zombies ni palomas mensajeras,
y sin fatalidad arborescente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario