Hay dos clases de
artistas: nosotros y todos los demás.
Porque nosotros hablamos
del amor.
¡Y si fuera cierto que
Destiny® encontró a su poeta? Esto es lo que ocurrió. Esta
es la historia. Él la
encontró y entonces
[cosas que –dicen que– pasan
nada del otro mundo
así por las buenas
como era de esperar]
se enamoró de ella ¡sin
que mediara una sola palabra!, sin que ella entreabriese la granada
boca ni exagerara un
solo gesto, ni asentase los velados cimientos de una leve sonrisa.
(Pues no) él no andaba
encaramado a su árbol del Parque,
ni recorría el andén
echando humo,
ni sentía la tierra adornándose
a su paso.
Fue por el evangelio de
los ángeles, su tentación
anímica, su eucaristía
tan cara y tan expensive, su mala cara, la mala cara que te ponen. Un ángel
es como un maestro Zen,
te saquea y te espabila, sus manos son armas
de próxima generación,
sus pies son kárate,
sus ojos lanzan ondas
gravitatorias.
Y el amor… ¡es tan
estrepitoso!
Parece tímido y es un
caso clínico, parece entrar en shock,
pero se anima y burbujea
como la humilde contraportada del bestseller, como un palacio
soviético o una
conspiración de astronautas.
Porque su historia es un
fundido en negro, una negación
sobresaliente, el primer
espejo que conoces, la parte dura de la vida,
(el arte).
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