Bcrst y las leyes de la
física,
inmutables. Pero en la ciudad
de Los Ángeles ella (RgM) se siente más concienciada,
más concienzuda en su
búsqueda, más dentro de la garganta
siente el sonido
inclemente, la nuda propiedad del Arte.
Sentimiento y
actualidad, Bucarest es la ciudad más nítida
y consecuente. Ah, los
mercados, las muchachas recién alborotadas; en LA hay una reacción
negativa como una red
intravenosa, como un río
salvaje, y los ojos
reinventan los sentidos, alcanzan una retrovisión
idealizada, dan fe.
La RgM proyecta un artificio
vergonzoso: tiene hambre y no está en su territorio,
su voz confluye y se
agiganta, recibe su carga aristocrática del aire que respira, recibe un título
galante; aquí solo le remuerde
la conciencia
(no hay perros
callejeros).
Vísceras y
remordimiento; contra la claridad, el luminoso
ejemplo y la vasta
extensión de la palabra, el ritmo alegre del silencio. Es un lugar sin
ausencia, sin relojes
de arena,
inconmensurable. Aquí los milagros acuden a la punta de la lengua,
sirven de cuchara y
tenedor.
El espectro que, digamos,
lleva un vestido blanco que contrasta,
desgasta la mirada,
rendida, pues, en un instante a la hegemonía de la rosa. La silueta
redonda que ronda las
puertas de los hospitales, accede de pronto al comedor social,
se incluye en la lista
de espera del reformatorio, visita a los presos con una sonrisa anunciadora.
Ah, su física corrompe
las fuerzas de la naturaleza a base de retórica
visual, vulgar, a fuerza
de contraposiciones y milenios de ensayo intrascendente: tan insular
como un acantilado,
formada como un solo de trompeta en la megafonía de las nubes. Íntima y grave;
bucarestina, pero
entregada al humo y su melancolía,
ese ángulo desértico de
la creación.
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