Lengua cruda hasta empacharse
y, con la prosa que sobre,
emparedados de hambre, pan de miseria, pan negro, pan sin tierra,
achicoria y estraperlo:
la polisemia de las cosas de comer.
Sale humo del cubo de basura, pero nadie tira la basura,
nadie tiene nada que tirar. El descampado es gris tirando
a gris; D® fantasea
su delicada pobreza, esquilma ondas de radio, escatima el
rocío, se tumba a pensar.
Quema el aire; hay un eco que comprende un puñado de
sombras
elegantes, enigmáticas, y cada sombra ondea una bandera negra,
enarbola un estandarte
sombrío, se mece en el espacio que la noche desgrana
sobre la ciudad.
Oh, atribuladas calles, el vuelo de un Ángel no hace
sombra,
las paredes no conocen su encantador
movimiento, ese giro resuelto de las alas,
esa maniobra de los labios.
El poema se iba confundiendo de gesto, confundía la
puerta, el número, la señal
dibujada como un niño dibujaría una casa o un árbol; y
entraban en la casa
equivocada, se hacían con la gente equivocada.
Camino del silencio,
el error no cuenta, las manos se convierten en rehenes
del cuerpo, el polvo es el espejo que contiene la carne, la voz
salta del pecho como en una fuga carcelaria,
deprisa, deprisa y sin mirar atrás.
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