lunes, 8 de junio de 2020

la vida de las plantas


De extremo a extremo, la Avenida se pronuncia sin número,
innumerable y caótica; los autos son el problema: coches fantasma. La ciudad
crece vertical como un monolito, una pirámide, un puño levantado.

Recorrer las calles resulta
tremendamente impetuoso, es un reflejo como el de la rodilla bajo el martillo
terapéutico, el calambre infantil de impulso estético,
la corriente alterna, su majestad el Electroshock.

Ángeles patrullan las intersecciones e interaccionan con la población,
sus apariciones marcianas se cuentan por desastres naturales, por milagros
y asesinatos múltiples. Será porque sus manos son de hierro forjado y sus ojos despiden
munición caducada, y sus alas se abaten como
katanas de Hattori Hanzo.

La policía está para el espectáculo del abuso
de poder, su bullying para todos los públicos, su racismo y su libre xenofobia. Xenocidas como Ender,
agentes de la realidad.

Virtualmente, el poema resiste en su divisadero,
proporciona excusas deficientes, sigue abierto hasta el anochecer, es la expendeduría, estación termini
del contrabando y la filantropía mal entendida. El verso quema entre las manos,
conduce a una experiencia cercana a la vida de las plantas.

Deprisa y sin mirarnos en los escaparates
apedreados, sin reconocernos en el espejo del tocador, nos adornamos con el maquillaje
de las estrellas; oh, cantamos victoria afónicos y todo,
aun escupiendo sangre,
cantamos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores