Oh, este cráneo pelado, carnoso y demodé. Nuestra
política es
desentendernos, nuestro programa de reconstrucción. Allá
las muchachas
dulces esculpen sus brocados, ¡allá sueñen los pájaros un
día de tormenta! Seguimos a la espera.
Las antenas son quintacolumnistas,
las aves se contienen, los insectos. Hay un tamaño para
cada estación,
para cada cosa che
succede. Casas literales,
casas de un solo uso, casas huecas. Hay casas en una
calle de Roma, habitaciones
que, simplemente, arden.
Sobre las cenizas del templo
edificaremos un arte sin permiso, propondremos un quiosco
evanescente, un revistero
aciago, anotaremos la vida con todos sus pormenores
soeces, testigos de una pena inabarcable.
Angels go home! Tenemos todo el día
para hacer el bien (y rehusamos), somos metáforas
andantes de una mala decisión, perpetuamos nuestra afectada
desinencia, nuestra rima tasada.
Expiramos en falso, damos un paso: en falso, falsificamos
obras ajenas (un poema de Emily D.), incluso un poema de
Emily D., ¡qué desfachatez!
Nuestra política es una exageración, estrenamos incluso
zapatos nuevos y recorremos el empedrado
celeste, ladrillo por ladrillo, como si nos acabaran de
dar el alta
de un lugar llamado diazepan.
Oh, este mundo alienígena, tan sepultado en su lengua
materna,
tan de cuerpo presente, subterráneo como un ferrocarril.
Viene pegando fuerte la corriente del metro,
es repugnante su aliento fétido,
claramente cálido, árido y escalonado, trae el aroma salvaje
de la tierra quemada,
el sello impredecible de la felicidad y sus miserias.
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