Este Mundo creciente que exhibe su grandeza,
laboratorio, enigma. Alguien tentado de escribir un poema
sobre la luz del sol o una aleta
dorsal, alguien que camina de vuelta hacia la historia,
momentáneamente
alejado del ruido, lejos de cualquier significado, oh,
insignificante como un rito moderno, como la vanidad en
la cola del pan.
ha escrito su epitafio: el alma se muestra en su
esplendor monástico, su retroactividad
divinizante. A los efectos, el espíritu figura en los
anales de la gente. Somos espirituales
justo mientras vamos por la calle y pateamos el asfalto
desnutrido y caliente; querríamos más tierra
entre los dedos, pero nos queda una flor.
nos cuesta, porque no hay oficio que valga, no hay
contrato
indefinido, ni dinero ni dónde derrocharlo. No hay niños
jugando en el patio a la hora del recreo,
ni ondean las banderas ni arbolotean los pájaros rendidos hacia la
libertad.
salta por la ventana; subimos a la montaña porque no hay
nada detrás,
nada mejor que hacer, porque no hay nada en la memoria,
nada en el futuro. Mañana
hace calor de nuevo, mañana hizo calor, fue un día
memorable
para nadie.
la resurrección, y es una inmensa pérdida. Qué olvidadizos. Escapó de su tumba y echó
a correr calle abajo como alma que lleva el diablo; el
espacio se reconcentraba y se desunía de pronto,
dislocado como una extremidad. Había tanto espacio para
una sola nota, una misma
imagen recorriendo las estaciones de Alaska a Nueva Delhi,
del Bronx al vertedero
universal. Una imagen corriente dando pie al firmamento:
como dar la palabra
al primero que pase con una rosa de fuego entre los
labios.
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