Miras al cielo y está bien ordenado. Palomas
rápidas, nubes lentas. El bosque no es un bosque
todavía, le sobra territorio. Jordan lleva una flor en la
boca, una sombra en los ojos, se nos ha hecho mayor.
deudora de la imaginación más desbocada, su parte universal
que le sale del alma para dentro,
algo fuera de serie, como una serie B de Netflix
(en la redacción está la penitencia).
han detectado un objeto sedicente (ohmygod!). Parece
que la poesía estaba escrita,
se repite desde que el talento es el talento equivocado (¿desde
cuándo?). Alguien escribió, sin saberlo,
el último primer verso de la historia, y era malo
con avaricia, pero pegaba bastante, pegadizo como una
maldición.
especular: es que tienes la tensión alta y reparas en sucesos
indecibles. Aceptas una retahíla
de hechos fiables que parecen dispuestos en tu contra:
entras al bar, te sientas y pides una hamburguesa.
Y todo está desordenado a conciencia, la entropía te
devora,
te conmueve con su egocentrismo y su facultad de obrar
excepciones inútiles.
gotas de aceite, polen (íbamos a decir de hierba), los moscardones
de siempre; versos.
Su cara ya refleja una pasada de tiempo, un tiempo
ausente, anuncia una reaparición genealógica. La poesía
está toda vendida. Ah, el cielo es un actor de reparto,
un rectángulo tirado en el arcén de la carretera, lleno
de barro:
llámalo piel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario