Oh, hermosa mañana, los pájaros embrujan las manzanas del
árbol (el frío
es opcional). Este paseo destripa las runas del paisaje;
los chicos prestan atención como el público
en un concierto de rock, andan sentados por los aires,
renuentes,
abusando de su nostalgia por la velocidad.
cosmopolita, las chicas miran para otro lado, ondean
blusas y estandartes,
comparten una especial delicadeza, una manera de rociarse
de sol: de ellas emana una frugalidad
inalterable. La mañana se azora, compite
por un poco de luz, las sobras del festín del alba: es la
idiosincrasia de la porca materia
concienciada.
solamente las del mismo color, alargando la mirada. Su
cuerpo
obedece las instrucciones de una mente ajena, su yo es un
ente involuntario, sojuzgado,
fatídico. Nada escapa a la predestinación y el espionaje,
a la divina
y adecuada progresión intelectual de las partículas y su dorado
espín.
turbulento su actividad diacrónica, la digestión soberbia
de las novedades. El verso
se droga con retazos literarios, maremagnos y obras
destacadas. Su ebriedad es tan solícita, tan meticulosa.
en estado de gracia, inveterados cuentistas. La vida
intuye la realidad, se zafa de varios terabytes de información
aleatoria mediante la consecución de un homerun
no-verbal. Acude luego al almacén global donde se agolpan
los recursos
humanos y adquiere un subterfugio comunicativo, el
alterego
categórico, la voz caudal de las estrellas muertas.
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