sábado, 6 de febrero de 2021

día de oficina

 

Tenemos el espejo donde anida la noche,
hemos captado la sonrisa del fuego. Pero
en esta celda no hay espejos. Nadie sonríe en el asiento de atrás
del corazón.
 
En el patio trasero, las traseras del tiempo, sin naves comerciales ni espacio que valga. Tenemos
justo en frente el reflejo del Arte, su metamorfosis abierta, su efemérides.
Cortamos por lo sano.
 
Una muchacha razonablemente
sólida recorre el cielo en puntas de ballet: su pelo
estremecido y sangrante, vivo como una dimensión superflua, su confianza. Confiamos en ella
mientras surfea la contrariedad, pluriempleada en tantas nubes.
 
Llega el tren de la oficina y los archivos del estado
incitan a la discreción –una intro ajustada. El café de las ocho y cuarto hierve de ignorancia, es un día
completo en un segundo, late como una sugerencia efímera; el tiempo se inmiscuye en el sentido
de los acontecimientos, modula la pertenencia simultánea a varias
organizaciones profesionales: médicos y parientes, público en general.
 
Se escribe sin necesidad. Tenemos la foto comprometida de la noche, una sin estrellas,
bajo la Luna de ayer. Somos los paparazzis de la oscuridad, tomamos instantáneas que son como películas
mudas donde la gente piensa que dice la verdad (Destiny® nos recomienda The Stand,
habrá que verla).
 
Nuestro espejo deforma, ¡es tan extenso! Te miras y ves una calavera
enojada, el vacío de las emociones, la sorpresa de una escena interior, sientes
el nutritivo azul de la ceguera, el renovado pasmo de la soledad.



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