Algo
que escuchar, La Sena Ave, una superposición
de
sonidos residentes. Es lo que escuchan las chicas
antes
de cerrar, antes de cenar para salir a las tantas con todo el bumjakjak de su corazón.
enturbiando
el panorama; desde arriba no se advierten las pequeñas
debilidades
del sistema, no se atienden las excusas, los altercados se agotan; hay un
fantasma
que
te acorrala y no sabes por qué, hay un poema que abarrota los altavoces
de
la clase con su estereotipo formal.
autómatas
al servicio de la reacción. Una novela
americana
fondeando en el fondeadero, apeándose en el apeadero, siquiera
forjada
en el destino siniestro de las apariciones.
abultan
una barbaridad —nada hondo en la cúspide de una torre
despótica
y descomunal—. Vel The Wonder hacia arriba;
tratándose
de ella, arde el espacio y hasta el océano asciende con el perfecto
colorido
de las palabras ocultas.
autorretratos
de la realidad, los próximos segundos de la espera; nadie es capaz de traducir
a
Cartarescu ni calcula lo que cuesta un Max Mara en el mercado negro.
de
un cigarro sin filtro, como la sombra de un espectáculo teatral, la catarata
que vendrá, esta lengua
que
no nos pertenece pero
asombra
y surte una discreta alteración de
carácter.
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