viernes, 8 de febrero de 2019

el este del esplín


UNO
Surrealista es la memoria que se presenta
envuelta en celofán y tras un redoble de tambor, que miente porque es su cometido;
pero cómo abordar la intransigencia
autoritaria, el predominio del tractor sobre el genio. No frivolicéis, instigad sin embargo
la HG*, manifestad vuestro desdén
(cadillac en pulcra avanzadilla) eternamente.

El socialismo real ha pasado de refilón por la Historia provocando un alud de intensidad desconocida,
un precoz movimiento esencialista: del peón al barman matriculado en bellasartes, de la moderna colegiala
a la melancólica chica del milagro. Del pescuezo al muslo,
del campesino independiente al infatigable traductor, del museo a la musa y a las musarañas.
Todo profetiza una profundidad insondable, un trance
coloquial aunque dolorosamente ingenuo.

Sumarse al prodigio del humo parece una recomendación artística
elocuente y semejante a una orden; ciertas conversaciones encierran más que palabras, son forúnculos en el lenguaje,
fiordos, pelucas, sufren de artrosis y del páncreas,
se adueñan del océano universo así como quien sopesa una oferta irrechazable; divulgan un vademécum de infamias,
dirimen sus ardientes duermevelas como espadachines de barrio, navajeros y monjes.

DOS
El monasterio ha acabado por los aires (literalmente); dicen las abejas. La muchacha organiza una procesión
por los recovecos incógnitos de un glaciar en extinción. Ella Mai supera un examen de canto con varias fórmulas
mágicas de su autoría. La prótesis surrealista, esa muleta
imposible que no anda, ese andador tuberculoso, ha parido un esqueje multidisciplinar,
es algo abrupto del teatro, algo abrumador, una acuarela metafísica.

Ya no hay belleza (y la hierba).
Ya no hay belleza; desde que Keats proclamó su boutade, su alcohólica magistralidad, su permuta interminable, interna,
doméstica, aquella fiesta tan común como una fiesta habitual, como otra fiesta.

Ahora la moderna colegiala es dominante en cualquier terreno verdusco-pardusco concurrente,
incluso bajo tierra su pereza se coloca en cabeza de las adversidades. Hay una industria del deseo que la desea,
un megáfono también para llamarla,
altavoces en cada portal de la mísera ciudad endomingada. Hay una negrura
postal y un informe perdido en los archivos; se trata de cubrir una plaza de misántropo en el ministerio del aire,
las solicitudes vuelan en forma de aviones de papel, entran por la ventana
y salen por el mentidero. Y esto es solo el principio. Decimos:
el futuro se hace fuerte en la memoria.

*Huelga General


martes, 5 de febrero de 2019

un minuto de tristeza


Si me das un minuto de tristeza,
te prometo mi sombra más querida,
herida de los pies a la cabeza.

De todo corazón, mi sombra herida
sangrando del aliento hasta el costado,
que en tanto espacio se le va la vida.

Que solo por estar triste a tu lado,
a tientas volvería de la muerte
como un rayo de luz desenterrado.

Esta pena que traigo de no verte
no me deja cargar con otro peso;
necesito un amor que me haga fuerte
y no me rompa el alma en cada beso.



sábado, 2 de febrero de 2019

física particular


Se robotiza el Parque, se robotiza;
lo dicen los diagramas, lo cosifican y lo muestran
(des)dibujado y conforme. Así los pájaros irrumpen como drones ambarinos,
desinflados de volumen aéreo, las moscas se volatilizan entre vuelo y vuelo: es que están
programadas para la obsolescencia congénita. Dios ha diseñado la naturaleza con poca inteligencia,
y los físicos de partículas lo saben.

El Parque es un lugar natural, obsoleto pues. Puedes oír un recitado
semiautomático, murmuraciones sobre Keats, sobre otros autores reciclables, puedes recrear una estoica calle
romana, puedes, incluso, saborear los placeres oscuros de la muerte en un portal arruinado,
como un inmigrante ilegal.

Trances, espejismos, molestias inacabables de estar vivo, gajes del desamor,
ese oficio a medias de no ser; si las metáforas aquí no sirven de mucho, se desmigajan en sus probabilidades, su falsedad
proverbial. Encontrarás un camino donde dar una patada al poema como si fuera una piedra,
fisgarás entre bastidores y reinos, kamikaze de los sueños, so beautiful.

Porque la poesía. Se da un aire al Paraíso, no al Parnaso, es un ente
vegetativo (además), confiere un aura, informa una dimensión alternativa, no una dimensión matemática,
algo como el agujero torpe de Alicia, el batiburrillo
surrealista de París, la monda simultánea de la ciudad y la ciudad.

Delgados como lobos, los poetas superan el obstáculo privado (es la necesidad), el tratado
marxista obligatorio; la coincidencia expresiva es un obstáculo
público, en público se dirimen los versos con su Jeremic incorporado y su galimatías procesal, profesoral, uniforme y
¡unánime! como un alma que son todas las almas, que es un coro de querubines monacales
y es una humanidad desenterrada.

Ahora viene el entierro de la realidad. El Parque es una tumba real y fotogénica, nada más
que un verde prado, el campo que ya no se resiste a aparecer con toda su forma y sin camuflaje,
sometido a un alba que se dulcifica en el instante en que apura el horizonte y comienza a contar los segundos
que le restan para morir de pie.


jueves, 31 de enero de 2019

producto editorial


La lírica x la lírica = 0(poesía). Cero poesía y una legión de espectadores de otra
línea expresiva, una conmoción de críticos (más de doscientos) enhebrando la nostalgia y el desconocimiento,
la tirantez de un desaire controlado. Y cómo monopolizan el espíritu,
ridiculizan el arte que no se les impone.

Respiran una barbaridad. Su desprecio de manual, sin manual de instrucciones, un menosprecio
artístico, motorizado, violante. Ellos arbitran y menean el ambiente, la multifactoría del desánimo, el grotesco
foro masoquista.

Nuestra poesía es una chica a la que todo le falta; le falta:

             el lenguaje
             la manzanaenvenenada
             gran parte del mundo (que no existirá más)

Nuestra poesía es un cero a la izquierda del cero absoluto; oh, resulta
tan violento y desnaturalizado, tan inquietante. Una mañana te levantas, una noche te acuestas y resulta
que te han estrellado contra la pared (de la noche) como si fueras un globo lleno de pintura abstracta.

Te comes unos aros de cebolla, te comes unos calamares, te comes un donut de chocolate,
te lo comes todo y no revientas, te comes las comas, los puntos y aparte, el espacio entre L.&Spak…, las plantas
carnívoras que decoran la oficina de tu jefe, las nueve plantas del edificio donde
se agita la golfería editorial.

Cero poesía y una legión de estrellas adictas al ensayo
verticalizando el procedimiento; una extorsión de poetas de culto, cultos y aprendidos, cargados en un simulador,
hologramas fatídicos, fehacientes, felibres (nada fondones, estilizados estetas).

Escuálidos poetas nuestros, delgados como lobos
urbanizados a marchas forzadas; nuestra fortuna en el río que pasa sin contraste –sin contarte–, perdida para siempre.



Tomoko Imashiro

miércoles, 30 de enero de 2019

arde una esquina del futuro


Tantos altibajos como al otro lado,
un campo escalar con sus inclemencias, su fluctuante meteorología dispar, un lugar
donde reconstruir. Se trata de buscar el espacio colosal, intercostal, el volumen discreto correspondiente
a la masacre. El aire no puede ser, por más que ocupe
borrascas y huracanes, kilómetros de vértigo, velocidades
ocultas, por más que se le vayan los ojos detrás del infinito.

Se rueda el casting decisivo para la cara angelical y el resto del cuerpo
celeste; disfrutando de un repertorio de rostros metafísicos, un combo de gestos fidedignos
nada afectados. El poema reclama su representante
inicial/ideal, su confidente, alma que sobrevuele cada posibilidad histórica, la forma
de la experiencia colectiva.

Es un guardián contra el imperio, rosa que perdura y se compromete; su destreza es una fórmula compacta,
su familia se compone de un millón de niños, un millón de enfermos
abrigados, un millón de sombras pegadas a la pared.

Ella es un Ángel pero no arranca malas hierbas
ni abrasa la soledad con sus dedos silbantes; no corre el riesgo del olvido. Recordaréis su espalda,
sus alas minerales, el decisivo mérito de su mirada, que abarca continentes
vacíos. Duda de su aristocracia, pero se mira en el espejo y descubre pequeñas
imperfecciones, signos de otredad; alza una voz que disuelve la magia
en brasas tímidas, manifestaciones de un talento antiguo.

Es la garantía de nuestra supervivencia, un contrato hacia el futuro. Tanto destino concebido a su paso,
palabras encadenadas con mimo al ejercicio de la claridad, imágenes del luto consentido y la pobreza,
dramas sobre la inocencia. Toda fatalidad reside acaso en algún
pliegue de su carne, en una arruga de su voluntad. Ella, que ondea una bandera
azul como el radio del océano, blanca como una pistola en llamas, dulce como el humo solemne del desamor
y la vergüenza.


sábado, 26 de enero de 2019

el hotel de las sábanas benditas


el hotel de las sábanas benditas


Llegamos al extremo donde la sorda rima del deseo
se inmola en un altar de obscenidades,
un hotel donde las mantas no pican
ni hace frío los domingos.
Solos con nuestras pírricas coincidencias

Tras una mano de lluvia,
late la fe de los pronombres, su eterna propiedad privada: un pedazo de tierra
removida a destiempo,
queda una estela de pequeños rosales,
parábolas inscritas en el aire abatido.

El ayer
era un espacio permanente. Hoy venimos a ver
qué ha sido de nosotros.



emily


Viento de cola,
marcial, su retaguardia. Ese modo antiguo de esclarecerse,
esa conciliación.

Nadie pretende, nadie sabe cómo (era),
lo que escondían aquellas tardes de verano
infinitas: cuando el cielo parecía un espejo empañado y pesaban las manos
como vides colmadas, azadas, hoces
vertiginosas.

Cualquier flor, en el recuerdo,
es un pájaro. Y las hojas del árbol, siquiera frases
hechas para el sacrificio.

Ella ha muerto (en secreto); su canción,
de absoluto relieve, finge un egoísmo culpable, demasiada clemencia, lleva
demasiado futuro cosido al corazón.


jueves, 24 de enero de 2019

bon appetit


Siempre a santo de la levedad y sus principios,
de la brevedad y sus principios.
Limpia el verso,
no dejes nada en la mesa
de la poesía.
(Anónimo)

Aunque seas un Ángel
y tus manos reposen sobre nubes doradas,
no dejes nada en el plato, acábate la sopa triste de la poesía.

Aunque tengas el hambre atrasada del hombre, aunque seas un Ángel
delicadamente expuesta al extravío, y tus ojos revelen
la palabra, traten del amor con la luz y sus párpados,
termínate la lengua que te llama.

En el Paraíso, los tambores representan a dios: eso es lo primero que debes aprender. La música (como la luz)
sucede en una cámara oscura
custodiada por seres invisibles; allí las almas
lloran su física promiscua, tan inhabitable es el presidio de las almas.

Aunque seas un poeta muerto,
no creas que has ganado la batalla del silencio. Tu sangre es una firma en la sangre del mundo,
tu estilo es una sombra en la forma del mundo.
Tu voz todavía se escucha
donde nadie te ve.


lunes, 21 de enero de 2019

algo de fe


Nubes bajas, órbitas disueltas en el ácido
infernal de las preocupaciones; qué responsabilidad de los Ángeles que velan,
se aproximan tanto que te muerden, dominan nuestra noche y nuestro siniestro olvido.

El niño está en la cuna, pasa un cadillac y lo despierta, pasa un bombardero y el niño rompe a llorar,
pasa la vida y el niño crece entre coyotes reales.

Horrorizados de la biblioteca a causa de la inteligencia, devoradores de libros,
portadas de revista, mudos orfebres de símbolos aterradores,
propagandistas del ardor y la furia. Hay roedores en la biblioteca abandonada, se arrastran, ciegos escribanos,
cooperan con la ruina de paredes y lienzos, alfombras y tapices, son colaboracionistas,
escuadrones orgánicos de un ejército caníbal.

Sí, ella es un Ángel, pertenece a una división acobardada pero inútil,
derrotada pero muerta; ella tiene dos ojos y lleva dos cuchillos en la frente, y lleva
un espejo a la batalla, un bocado de bronce en la punta de la lengua, habla en su idioma menguante. Tiene algo de fe.

Ha subido una montaña tan alta como el cielo del amor –ha empeorado las cosas.
Sus labios terminan en un beso como si lo hicieran en una sensación al rojo, púrpura que te abrasa, corrosivo y voraz.
Sus labios se terminan en un beso como si lo hicieran,
como si fueran lentamente construyendo. Un monasterio en el aire,
un ruido de abejas y motores, la belleza en la palabra, la belleza,
también, ¡en el silencio!

Serrar un árbol, admirar la deportiva sustancia de la naturaleza, su victoriosa ingenuidad; mirar un cuadro
transidos de emociones y válvulas de escape, un retazo de historia
informado por el arte, frecuentado por tópicos y subrayados en serie.

Ella mira hacia lo alto antes de anclar en el vacío su primorosa trama estética, de apurar el armónico cáliz,
la sangre oscura que vierten las escuelas quemadas; y un estudio de cenizas
labra su fama y la difunde, crea un espejismo donde la lluvia alude al fuego
y la gente sonríe, oh, tan irresponsable, tercamente feliz.



sábado, 19 de enero de 2019

armonía


Elegimos la sobriedad del infinito, su valentía. Tras los cristales oscuros, dos
regiones opacas, inobservables, dos ocasos, horizonte de sucesos de toda certeza, dos almas y una ciudad
eterna, dos almas y un corazón perdido en la ciudad.

Ella y su panorama tan gris como una buenaventura, como una religión
hermética. Dicen que va por la calle
sin saludar a nadie, que solo los gorriones canturrean su paso, instauran para ella una velocidad agónica, un reintegro
sólido de la energía de sus modestas acciones, su verticalidad.

             Que los andamios causan estupor, que los pasos de cebra
celebran su artificio, la concreción de sus articulaciones, su autonomía. Que las casas abandonan
cimientos y portales y se elevan a contraluz, contra la luz solar y el economato de la noche, sus estrellas de fábrica.

Sendas holladas por unicornios y hadas (gente fallida), máximos
exponentes de una estribación cercana al pensamiento, una filología abismal; los vericuetos del anonimato,
sus racimos de rumbo y su ajeno compás; nuevas teorías
sobre la perdición, la forma de orientarse en el espacio desnudo, ordenado y plegable,
la contradicción expuesta entre el camino y el tiempo.

Pues el espejo devuelve otra imagen más digna (por infranqueable), en el cristal funciona otra
verificación del engranaje físico, otra profundidad de campo se abre paso entre las sombras propias
del color y el fatalismo de la iluminación, el mejunje original de la luz natural y su postura
ante el fruto elegante del azar y la magia.

Solo un milagro acuna la estructura angélica de aquel carmín
ubicuo puesto a secar en el alféizar de sus labios, aquella puerta  por donde pasaba la caligrafía heroica
del destierro junto con el olvido y la dulzura simétrica del aire. Ah, qué respiración de su mirada
única, fundida en cuanto cielo pudiera estremecerse a causa de un suspiro
divino, de un afán de vida lleno de presencia y fuego,
de prodigiosa y pura soledad.



The banks of the Flint River (Matt Black)

Seguidores