Donde hubiera un ángel, un soplo de
Angel Haze
(era el estímulo). Todas las
veleidades del infierno, prácticamente todas las costumbres
y ese regusto a ceniza cruda, clásica.
Angel venía para quedarse
al otro lado: otra misión geopolítica.
Y su milagro era, frente al espejo,
nada más que una impresión facial; la
fatiga cotidiana que finge serenarse cuando escucha
la vocecilla del tiempo.
Es el tanteo del rap que ensancha los
vericuetos del alma, se subleva
ante la fatalidad de los ríos
hirvientes, las colinas que otean el espanto desde su tribuna. Poca
electricidad
para tanta aparición; es preciso un
enjambre de luz, un recado de luz,
un semestre de claridad infinita. Esta
es la urgencia de los pobres, la mera aproximación a la revuelta. Existe
dentro un odio militar por la pobreza,
la disciplina que malinterpreta cualquier
necesidad, cualquier trato injusto.
Hubo en la tierra un aparato de
justicia, la balanza y el códice. Se hallaba ese cuchillo
redentor de los malos artistas, la
navaja suiza con sus múltiples aliados, sus probabilidades.
Belleza, no. El ángel no contestaba a
la belleza de los cielos,
ni arrojaba -aún- al aire su prolífico
silencio, apenas desmontaba la estructura
nívea de los amaneceres o trasladaba
rombos de penumbra hacia la línea audaz del horizonte.
Sus ojos alienados de fantasía y
trance, un percance divino en cada mácula, la soberbia
típica de los creadores, esa miseria
dialógica natural entre los hombres libres y sus dioses.
Una punción solar orbitando hacia la
dura rampa del rayo y su equipaje
de alas. Luz en acción, como si fuera
posible detener el ritmo, el nivel
constante de la forma en llamas, la energía que excede la palabra escrita,
cada letra montada en su significado,
alardeando. Un poco de Angel Haze en un lugar oblicuo por desierto,
cuesta abajo, la traza visible, la franja
luminosa que destaca entre los mitos
y sus contradicciones. Es lo contario
de una mariposa, lo diferente a la efigie, lo que carece de imagen y contorno,
humo superficial oculto a la
textualidad del espacio.
Como la inocencia fue servida por una manada
de lobos. Las estrellas hurtaban sus centros a la sombra
y un tamaño de esencia y fulgor se
mantenía aparte; cerca de los mansos abedules
florecían etapas de futuro, arcas que
portaban secretos en sus vientres de arce. Su palabra, por tanto, cúmulo
de verdad poética, era un astro
gravitante mordido por la realidad y sus ventajas. Todo lo celestial, el dogma
y ese regusto a caza, a la primera sangre
de la libertad.
pack 2 strong nigga |
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