Jordan
camina como un pájaro
vuela.
Avanzan sus ojos por el lento y despiadado muro, sus manos buscan aire,
aletean,
duelen, moran
el espacio, son atmósfera, diez besos
en tanto
movimiento. En el instante en que la observan los cielos, clavan su imagen en
un panel de invierno,
esperan
la siguiente novedad, el descarrilamiento del futuro.
Sube al
tren, al lado suyo un vagabundo pero vestido a la última, los vaqueros
desgarrados, la barba de hace un mes.
Ella
discurre, saca un libro, su pequeño libro de oración, citas de Schopenhauer y
otras rimas
adecuadas
a cualquier estado de ánimo. Acaparando fuerzas, esta acumulación de nubes
bajas
con un
topo de azúcar. El don es para descifrar la noche y la noche ya está ahí, diseminada
y oscura como un ramo de rosas,
regaliz.
Vibra por un momento con la dimensión de su entusiasmo, la rectitud que la
acompaña.
Al lado
suyo, un perro lobo gris de nombre Gris. El lobo estepario algo demente, uno
que dé miedo y aterrorice
a los
padres, dé color a la estructura de la realidad. En el tren no se admiten
animales
pero es
un mercancías de la gran depresión y solo hay que asaltarlo, saltar en marcha,
dejarse un jirón de carne, un hueso
roto en
los raíles, ir dejando una huella sagrada. La sangre importa;
en la
parada alguien toma un aperitivo y nadie: moros en la costa, policía que saque
placas o
pistolas, gente azul.
Jordan
corrige el primer verso, ese que se ofrece al mejor postor, se vende a precio
de oro. No lo ha escrito
todavía
y ya flojea, sugiere un tópico demasiado vulgar, algo absorbente como absorto,
con ropajes
a la
última como si fuera un versículo errante, errado y etimológicamente desvalido.
Todo
tiene
relación con la fuerza y la finura, por ese orden, con los extremos y el centro
del
universo. El camino es más escandaloso cuanto más hacia arriba, más hacia el
paraíso se conduce, el nirvana y la nieve,
la
meditación exagerada, rústica y feliz. Se dan voces cerca de la cima
codiciada;
gente ilusa vagando por bosques llenos de animales disecados y mucho frío
alrededor.
Otra
música efectiva: un insecto en el oído. La poesía depende
ahora de
la industrialización, un puesto de trabajo en el metal. El trabajo es un ente
poderoso,
una
manera de modificar el comportamiento de la población hacia el pudor. Ella
nunca
tuvo una
entrevista, nunca se vio ante el hombre con corbata, la mujer con traje
ejecutivo
ambos dispuestos
a terminar con el romance.
Gris
arde en deseos de comerse una estrella cruda, aúlla desencajado y en las casas,
a lo lejos,
se
encienden cuatro luces simultáneamente. Se enfada el barrio, vuelan piedras
catapultadas por las sombras. Jordan
escoge
huir, como hace siempre, quiebra los márgenes con una solución
inesperada; el poema
consulta a su editor bajo la tierra y, del mismo modo que se eleva, echa a
andar.
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