Prófugo, qué digno espectro. La huída convierte la felicidad en trauma,
ridiculiza el paisaje. Ves a los judíos confinados en Alaska; el tercer
Reich
desfila por la décima avenida.
Cuando la retirada parece la única opción, la última
oportunidad… Cerca de Figueroa, en Highland Park, la resistencia contamina
los ríos
con fórmulas secretas, las minas rizan el pasto… La intelligentsia
ha dado un paso al frente
antes de entregarse a la retórica sucia del negociador.
Escapar como un pequeño animal, un insecto que se escabulle a su
manera; volver al parque
dócilmente a fumar tan cerca de las nutrias, ocultarse tras la modesta
roca, el fúnebre telón de la cascada. Desplazarse
hacia la propiedad del horizonte, fundar un catálogo de nubes en
desgracia, leer
a tientas el manual del microondas, hacerse electricista por
correspondencia y no pasar de la introducción sin un calambre;
crear un arte perfecto para el hurto. En resumen: dar buena
conversación.
El parque es un problema, (porque) los desertores pasan con los ojos
abiertos por la espalda,
son almas en fuga que prometen un espectáculo abrumador. Ahora que habría
hecho falta un ángel…
(sin suspicacias) las avenidas terminan en el descampado de siempre,
los autos fantasean con semáforos
culpables; paredes continuas festejan la trastienda de la desolación o
acaso murmuran
aleluyas y redes con contrato eventual, son edificios bajos que han
sobrevivido a la primera fase, a la segunda
frase del poema favorito de la ignorada crítica.
Es una bendición para la banda: el anonimato. La cultura del gang que
ha aparecido como un fantasma
simpático en el barrio; la declinación del tiempo ha reverdecido las
fresas del lenguaje; oh, lengua cultivada y feliz,
desnuda ante la espada. A la luz de las ráfagas leyendo la novela del
siglo, escondidos en los contenedores,
dentro de un cubo de basura con la pistola cargada y el corazón lleno
de amor.
Verla (solo a ella) caminando entre recuerdos de-otra-vida-sepultada-en-vida;
su vida diferente del casino celestial, cubierta por una forma de humo
casi humana, tapada por dos metros de palabras,
sumida en su procedimiento.
La fiesta en sus caderas no evita el tímido desplome de sus ojos, aquel
color y este
púrpura natal en su mirada. La prolongación del rojo hasta el dominio
de la filosofía (y sus consecuencias).
Maniobras de evasión, literatura de evasión,
evasivas para no confraternizar con los poetas agazapados contra la oscura
superficie del miedo. Un canto
generoso, su copa de belleza llena de sombras hasta el límite
abarrotado del sueño,
una línea trazada por todo el sur del mundo verdadero.
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