martes, 5 de septiembre de 2017

como una ciudad vencida, un cuerpo o un tesoro


Jordan se independiza. Sortea sus pasos por la línea de baldosas festoneadas de green,
junto a ella, el silencio de un millar de pájaros obreros, la lentitud de las sombras. Sobre ella, una voz colonizada,
algo contrariada por su ausencia, una voz sin horario. El poeta es un racista interno, inverso, no racial; tiene
el don de identificar las almas vueltas, arcas llenas de pánico.

El alma de Jordan acoge un edén ambulante, es una ambulancia en zona humanitaria; hay una batería de reseñas
posibles a su ardiente defensa de la integridad ambiente. El poeta interesa un combo de metáforas,
consigue un libro de metáforas en el mercado negro, reales como la vida misma, pero no es bastante.

Decir amor es no decir. Mejor callarse, hacer espacio. Mejor subrayar
verdades con una pluma elástica y veloz, poemas sin filtro para una noche de tormenta. Sonetos
curvos, liquidaciones del arte, saldos metafísicos. Son obras sin origen, hechas sin mentalidad, orondos cachivaches
retóricos. En un extremo, las bandas arremeten con sus bólidos contra el gran capital; en estas, el cadillac
es un artilugio revolucionario, puede ser un vehículo blindado, un maravilloso carro de combate
donde recitar el mantra anticapitalista.

Jordan quiere un amor de octubre, uno rojo como las rosas que enardecen los sentidos; tomarse un café amargo,
pintar una amapola, desenrollar un orbe de nubes tricolores, el tipo de pequeños acontecimientos
triviales que ahora quedan fuera de servicio. Ahora, en el momento fugaz en que la mística profana
idealiza el delirio de los príncipes y la basura se zampa la profundidad de la filosofía.

El amor se manifiesta en un solo país; el parque es territorio emancipado, acordonado por estatuas
sin corazón ni púrpura en los labios, ni mejillas arreboladas con el tibio rosicler de las mañanas nupciales. El poeta
residente farfulla, se traba en los más simples predicados, compone una imagen de duración sencilla,
una poética payasa, dolorida, alejada del misterio americano y su dominio,
bendecida por las contradicciones.

Mejor amar que no decir; y hasta incluir un gramo de desprecio en la lista de la compra. La hipérbole
tentadora de la poesía, como una serpiente cascabel que llama a la oración y el desenfreno, frente a la inexpresividad
divina del milagro, la tozudez pasiva de la magia. Amar como esos jóvenes absortos, con su eterno
hermetismo, y su concentración; amar honradamente y dar la vida
por una palabra justa estrellada en la arena.



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