Manía con la estilizada
precisión. Donde estén las barras
del rap. La clave del
milagro: lo literario apesta, molesta, apabulla, la clave del milagro
es la metodología, la
anticipación del resultado; el prodigio se gesta,
bulle y se gestiona, hay
un orgullo en él que representa. Manía con el tantra
oficial de los
crupieres, su predisposición a las casualidades.
Más de dos árboles es
Parque, se reproduce y
muere. Llevan los pantalones caídos, sus caderas
reciclan el papel
pintado de las cafeterías abandonadas, enderezan crucifijos, cotizan a la baja
en: cementerios,
bazares, casas de apuestas. Las chicas van capitaneadas por un Ángel con baja
autoestima, expulsado
del instituto celestial (como si dijéramos).
Esto es hip-hop en
uniforme de trabajo, una ratificación del gusto por el buen comportamiento,
el espíritu
contradictorio y sus metaficciones preferidas, su indisciplinada
querencia por la
taumaturgia. El verbo –modestamente– modifica
los tiempos del mensaje;
el tiempo, aquí, es una autoescuela de pensamiento libre indirectamente
causado por la música.
Sorprende este
atrevimiento artístico, esta declaración
de intensidades. De la
pizarra surge una pared, de la pared, un muro como el de Berlín,
una muralla china, un trumpantojo borderline. Los colores
inducen a la guerra
entre formas de hacer la
poesía: finos vs. estirados.
Más de dos pájaros es
aire, contubernio aéreo e
inclinación a cierto alarde subjetivo. Las chicas
muerden un palmo de
realismo inválido (a la pata la llana), emplean expresiones creativas,
distorsionan la mente de
estudiantes y atletas, lo suyo es un ampli paralírico
que remueve la ciénaga
del entusiasmo popular, es un milagro experto que entra por los ojos
sin puntería ni freno,
entregado a su función de máscara
y su discografía
autorizada.
Illusion Photograph |
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