martes, 6 de agosto de 2019

todos los demás


Dos escenarios (prácticamente):

             La Avenida
                          El Parque
             El Parque
                           La Avenida

La Avenida y su fenomenología, su cuestionario paranormal y sus afinidades,
polvo y más hierro (los ángeles no sudan), milagros
de andar por casa ajena, curaciones oníricas, vibrantes como una línea de bajo,
miradas que pueden resucitar a un gorrión electrocutado. En la Avenida se da cita la ciudad
completa, el mundo se cuece en ese cuadro
asfixiante, el calor toma cuerpo y trocea las curvas,
retrocede ante la forma que pretende encapsularlo en una aclaración.

El Parque comprende un espacio corrosivo,
campo y también ciudad. La ciudad se superpone, balancea su esqueleto
amorfo, su nube y su estruendo, cruza la Avenida
por el paso de peatones de Abbey Road. Oh, es un campo con sus ferrocarriles y sus aeronaves,
pero está lejos del mar. En el Parque hay tanta
vida que bulle y se relaciona como un pequeño universo ajeno al mundo (lo que parece imposible);
los ángeles sobrevuelan el Parque como la sombra de una cometa, a veces descienden y salen por el espejo
de un bar destartalado.

Jordan se manifiesta en todo su candor
supraesencial, lleva un cuchillo Buck a la cintura, no necesita más. Sin maquillaje
ni nada que quiebre su negra cabellera, sin rimas falsas en el micro; ah, lo suyo es entrar y salir,
monopolizarse, insertar un instante de vida en la monotonía de las almas,
dominarse entre dioses de cartón piedra: creer.

El poema es. Resulta de una fusión económica, una constitución sin aprobar,
resulta un pastiche irreemplazable, farda de espectro luminoso, capta fondos públicos, alardea
de flow y electrocardiograma, ejemplares
análisis de sangre; su sangre es un flujo de monarcas, predio de profetas. La sangre del poema
arde y luego quema, compra parcelas de cielo con su estudio incorporado, es un ático en la calle 21 con la 6ª,
un in corpore sano, una recreación del punto cero. No hace falta
tanto, el Parque, la Avenida, el traqueteo de un salón convencional con su mesita, su televisor
y sus noticias a las tres. La voz estrangulada de un actor de comedia,
el arte básico de los especialistas y el silencio de todos los demás.



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