Tienes el corazón envuelto en llamas
y a tu lado se agolpa la ceniza;
tu pensamiento como el mar se riza,
como el aire y el vértigo, te inflamas.
que a tu lado se agrupa y se sonroja,
ardiente pena que a la mar se arroja
y va ganando paz de trecho en trecho.
Cuánta esperanza se llevó la muerte,
cuánto futuro puesto de tu parte,
cuánta pequeña magia, cuánto Arte,
no por arte de magia, fue a perderte.
Tienes el corazón hecho un ovillo
de dulce sal y temblorosa espuma,
con sangre y agua escribes y tu pluma
corta el aliento con su amargo brillo.
Un río de tu llanto serpentea
entre dunas de tiempo, se vacía,
venero torrencial, perfecta vía,
sobre el mar donde el día chapotea.
¿Cuántos espejos tu figura ha helado?
¿Cuántos ojos se han roto en tus visiones?
¿Cuántas partes del todo recompones
que está todo en tus ojos reflejado?
Tu corazón es una estrella joven
reluciente de sangre cegadora,
sangre que tu alumbraste y fluye ahora
para que los poetas te la roben.
Cien años a la puerta de tu casa
sangrando levedad por cada arteria,
transformado su espíritu en materia,
el fuego eterno en desmentida brasa,
la Poesía fue a yacer contigo
y fue a rasgar el mármol con las uñas
ambicionando la verdad que acuñas
y la belleza de que fue testigo.
Tu corazón envuelto en piel de cielo,
asomado a los tibios ventanales
por donde el fuego entra cuando sales
a desplumar arcángeles de hielo*.
*’Por desplumar
arcángeles glaciales’ es un verso de Miguel Hernández.
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