Contra viento y marea, tu Poesía rema,
así, contra corriente, se estrella en las aristas,
existe dentro y fuera del poema,
existe aunque no existas.
lo llevas como un hierro en el costado,
y el poema te lleva de la mano a la gloria,
late en tu corazón alborotado.
Estás enamorada del tiempo que despluma
arcángeles de plata, monasterios
ingrávidos tallados en la bruma
piadosa de los mudos cementerios.
Tu verso resplandece en la noche más honda,
de las profundidades, se alimenta,
interroga a los cielos para que le responda
una sombra, una nube, una tormenta.
Te llamas Poesía
y Eternidad te llamas,
tu sangre se consume como tu verso ardía,
como se derramaba, te derramas.
Tienes la inspiración, el misterio y el yugo;
atas corto a la luz, estrechamente,
abocada al oficio del verdugo
que nunca yerra y siempre se arrepiente.
Tu tarea es el Verbo,
tu silencio, el objeto del sonido,
tu descanso, el del siervo
que se hace –entre líneas– el dormido.
Contra los elementos, tu Poesía lucha
–¡oh, Nao Capitana!–;
ya truenan los cañones, ya se escucha
tu voz, que suena a toque de campana.
La letra del Amor se ha despeñado
por el abismo claro de tu prosa
y al fondo del espejo tu nombre se ha formado
con cinco ilesos pétalos de rosa.
Tu verso contra el signo de su naturaleza
y tu nombre a favor del aire puro.
Aunque te quepa el Mundo en la cabeza,
la eternidad no cabe en tu futuro.
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