La poeta feliz, el poeta cordial, amable y ¡qué risueño!
(¡el que no se ha
sentido acorralado!). Nota Bene: para escribir Poesía hace
falta haber sido acorralado. Ni hacer
cumbre en el pico más crecido, ni sufrir una depresión
endógena aparente-
mente progresiva (progresista), ni apostar por el
apalancamiento creativo (al contraataque),
simplemente haber sido acorralado –hecho es
y el abandono.
demasiado), pero no hace falta haber sido testigo de un
famoso atardecer en Santorini, ni del espectáculo
circense natural del alba resurgente sobre Grand Canyon:
cualquier ciego que haya recobrado la vista
admirará la oscuridad.
domarlo por las buenas; se aparenta (¡atención,
se aparenta!) un legendario buen gusto literario,
interacción y cosas por el estilo. A cada paso, un nuevo
tropiezo, un agarradero. La cumbre se entrevé bajo la
altura, cerca del cielo en bruto del vacío, a veces
cuesta sangre alcanzarla, pero no garantiza la gloria
ni el espacio privado, ni siquiera
una caída sin mácula.
que no ha visto el mar, la clase de gente que redunda,
que aparece, se extingue y equilibra el mundo. Somos
bastión, nuestro poema acaricia las alas de los ángeles
(¡Destiny®!), es tan maternal
como autosuficiente; recluido en este
gigantesco aparcamiento de versículos pesados,
yace como una aurora desmontada,
un mástil triturado por el viento. Yace a la sombra perfecta del perfecto rosal dickinsoniano vecino de los trenes;
y nadie lo ha escuchado todavía.
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