El amor se nos va por el destino
como una corriente alterna, un rato así, un rato no; es el
amor
despejado y conforme, como cuando te miras al espejo y
ves a la persona de ayer, la cara
del espejo, un secreto autónomo.
toma distancia entre siluetas envueltas en el eco de la
vigilancia, el malestar de la apuesta,
la sonrisa del sastre. Se ausenta a su ritmo encabronado,
va detrás de un río
consumista (el mismo río conspirativo del amor). En una
biblioteca monástica, resplandece su fórmula
magistral, atemoriza verlo ascender ascético y voluble,
espadachín, mosquetero
de la reina, duelista insatisfecho.
de plumas cantantes
y sacralidades, luz y rayos de luz, átomos fariseos,
y érase un fracaso
su estructura, su quinta parte de la ley, leve y misteriosa, su córnea y su
bicefalia,
tanta ruptura simbólica;
(repetimos) luz y rayos de luz, personas que levemente se interesan por la
vida,
se interesan por el
arte y la violencia, personas amantes que tienen un trabajo
importante, o
tienen un trabajo
de mierda.
cobarde, se enojaba
con alguien y no veías el final de su progreso. Eran por norma parejas íntimas,
voluptuosas,
de las que llenan
las cocinas y los recibidores, los pasillos, y se asoman a todas las ventanas,
a todas
las terrazas
abarrotadas de probabilidades, y luego desayunan
esas cosas raras
que luego desayunan. Y luego hacen deporte y salen a todo correr
(y lo hacen para no
volver jamás).
como un ave los garfios de la noche. ¡Ah!, la oscuridad
del mundo se nos avecina como un poema
roto en manos de la historia. Y ni nos dimos cuenta de que el tiempo cedía en su avalancha,
y ya no se acordaba
de nosotros.
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