Es un procedimiento. El poema se arrebata,
impulsa la doctrina, esparce un conglomerado de
turbaciones, santifica
una geometría cromática ideal. A veces el poema expresa
una gigantesca red de alcantarillado,
bucea en el Bósforo o recorre el laberinto romántico de
Bcrst, arenga con su fraseología
estambulita, bucarestina, saca pecho entre las
multitudes,
pone sobre la mesa rascacielos,
avenidas condales, gorriones de combate, palomas gruesas,
tanto asfalto.
ciego de la memoria colectiva. Nuestro verso
fallido como un estado de shock, nuestro verso alejado,
menesteroso, con el vaso de plástico en la mano
viendo pasar la gente, viendo pasar la vida
al ralentí.
fructifica, cría leones que no miran al cielo. Es un escupitajo
en mitad de un gran charco
azul marino. En la ciudad. El poema se encarga del
paisaje, lo saca a pasear (curiosamente). Ondas
sinusoidales de población constante: México DF sella una
obra
instrumental, una plaza con números de sobra.
con trazas de grandeza, la sombra capaz de elevar su
entusiasmo
político como quien sube la persiana de un espacio
interior.
abonados al mérito y la irrelevancia, otros nacidos
consonantes, nacidos libres, con alma y todo,
con un libro, con la seriedad ciudadana y esa mirada fija
de las conurbaciones,
ese perfil estresante. El poema tiene un modelo entonces,
encuentra sus raíces, su fibra
monotemática, su teorema. Nos avergüenza
mostrar el pensamiento, pero tenemos la butaca reservada,
un sitio aislado a la diestra
de la competencia, dentro del humo que protege la masa forestal
del horizonte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario