lunes, 23 de noviembre de 2020

un jardin en memphis (tennessee)


Soñar con Bucarest –otra ciudad de nombre impronunciable–
sin haber estado allí. Querido sueño… Soñar con un cine
que echa el telón, un bar abierto. Este sueño es gigante, se da un aire a una catedral; la ciudad
se prolonga a través de un par de parsecs, hace falta una nave espacial para recorrerla de punta a punta,
hace falta estar en la galaxia adecuada (not yours). Aquí hay perros
salvajes, avenidas de infarto, edificios valientes.
 
Querido sueño: Emily dice que me ha regalado una flor… ¿Qué flor? Tenemos
necesidad de hablar con un jardinero (¿podría ser inglés?), un personaje
literario. Si no, tendremos que inventarlo. La imaginación le pide cuentas a la realidad y hay quien
procede sobre ello, clava un ensayo, como en el rugby.
 
¿Y si Lolita hubiera sido una chica negra de Memphis (TN)? Nabokov escogía
cuidadosamente al lector de sus invocaciones. Supongamos que Bucarest se infiltra en el inconsciente
de manera subrepticia, manda de avanzadilla un barrio obrero y acto seguido un skyline formal, un Parque
a precio módico, áreas de verdor inmaculado; y las pandillas que atraviesan la palpitante
extensión respirando como asmáticos a pleno rendimiento.
 
Un pensamiento: el rap acude con su machaconería; a la puerta
del cine se concentra una pequeña multitud, todos tomando
café con leche en vasos de papel. Entre la gente puedes encontrar nativos bucarestinos, españoles
honrados, profetas y bacantes, yonquis de hace
cuarenta años, personajes literarios sin profundidad
ni nociones de jardinería.
 
Lolita es una chica latina –AOC a los doce años de edad–,
esa es la realidad (imaginamos). Pero Nabokov prefiere blanquear el relato, a punto de situar
la acción en un barrio latino de Bucarest, a punto de que Humbert haga manitas en una sala oscura. El tiempo
es una favoletta, un sueño que hace historia, que a cada instante ensaya un nuevo
final feliz.


viernes, 20 de noviembre de 2020

desdoblamiento

 

Alrededor de la noche
el tiempo se descuelga, manos de luz. Toda la galaxia converge en un punto de luz,
diez puntos de luz.
 
Suavemente, la mano de la noche arranca frágiles estrellas, descubre acueductos,
criba las gotas del arpa. Alrededor del tiempo, se arrugan
las fronteras, ascienden palacios,
casas bajas, chimeneas y tejas, tejas y chimeneas, ruedas de humo y polvo en rotación.
 
Obstáculos en el camino como velas
extendidas, como vallas urgentes, muros con agujeros de bala como paredones encalados;
hay sombras atenuadas, extenuantes, apenas navegables, redondas pero en un sentido
práctico, como pintadas por la mano del estro, dibujadas al raso sobre una tela blanca,
una mente en blanco, calcadas de una carta devuelta a su remitente una vida después.
 
Insectos alrededor de un punto de luz. Las manos rotas de la luz que componen
un crepúsculo arriesgado, una frase tras otra, la moral perfeccionista de la historia maquinando su vendetta,
relatos y confidencias personales, la intrahistoria investigándose de cara a la pared
con las piernas abiertas, torturando al olvido con lágrimas de fuego.
 
Así es la vida. Bienaventurados los agentes literarios, los agentes libres, los agentes de la ley.
Maldita sea la gente que se arremolina frente a la puerta del bar desprecintado; malditos sean
los niños, sus juguetes y sus juegos reunidos, malditas las parejas que discuten acaloradamente,
los perros que hacen sus cosas en nombre de un espasmo moral.
 
El poema se escribe solo porque no tiene valor. Se orea solo, automáticamente,
es un fondo de escritorio de confusa simetría. Seudorreferencial, microconfesional,
casi poético; el orgullo de la página en blanco que solo admite sangre
en oleadas, en trazos como labios o colas de caballo.
 
Ahora pasa el tiempo sobre la hierba
y su dulce matrimonio, su falso aprendizaje. Y todo forma parte de la leve tonelada que aterriza,
todo es un punto de luz, es amor y puede definirse con sus propias palabras, y puede describirse con una sola
letra, puede tomarse en vano sin miedo porque
es solo el universo
que florece. 


miércoles, 18 de noviembre de 2020

rentrée

 

Miras al cielo y está bien ordenado. Palomas
rápidas, nubes lentas. El bosque no es un bosque
todavía, le sobra territorio. Jordan lleva una flor en la boca, una sombra en los ojos, se nos ha hecho mayor.
 
Por el paseo burla el territorio, se introduce en una narración himenóptera
deudora de la imaginación más desbocada, su parte universal que le sale del alma para dentro,
algo fuera de serie, como una serie B de Netflix
(en la redacción está la penitencia).
 
Controladores aéreos en huelga de celo
han detectado un objeto sedicente (ohmygod!). Parece que la poesía estaba escrita,
se repite desde que el talento es el talento equivocado (¿desde cuándo?). Alguien escribió, sin saberlo,
el último primer verso de la historia, y era malo
con avaricia, pero pegaba bastante, pegadizo como una maldición.
 
Miras al suelo y se te va la cabeza, te da un vahído
especular: es que tienes la tensión alta y reparas en sucesos indecibles. Aceptas una retahíla
de hechos fiables que parecen dispuestos en tu contra: entras al bar, te sientas y pides una hamburguesa.
Y todo está desordenado a conciencia, la entropía te devora,
te conmueve con su egocentrismo y su facultad de obrar excepciones inútiles.
 
Jordan ha hecho su magnífica rentrée rodeada de abejas edificantes,
gotas de aceite, polen (íbamos a decir de hierba), los moscardones de siempre; versos.
Su cara ya refleja una pasada de tiempo, un tiempo ausente, anuncia una reaparición genealógica. La poesía
está toda vendida. Ah, el cielo es un actor de reparto,
un rectángulo tirado en el arcén de la carretera, lleno de barro:
llámalo piel.


domingo, 15 de noviembre de 2020

mundo de gigantes

 

Beautiful day. Vamos a hacer un picnic, la hierba
encierra una premonición, uno se encariña con la magia. Una manta a cuadros sobre la hierba es un espacio
remoto, sus flecos son olas de un océano feliz. El cielo forma una pradera
alta, su consistencia, su recorrido son ideales, existen sin querer.
 
Silban balas del pasado, proyectiles detenidos en el aire claro de un instante, se oyen gritos
antiguos, hay cuerpos mutilados, cuerpos vivos, cadáveres
sin más. Ensordecedor, se alza el vals de las inspiraciones, un mar de alientos
contenidos.
 
Diferentes personas obtienen diferentes recompensas. Un destello, una rosa, el Sol. Pero hay nexos de unión,
hilos conectores, cables de la luz. Las hormigas
siguen un patrón de comportamiento inmune a la adversidad,
viven en un mundo de gigantes.
 
Beautiful day. La voz del paisaje, el vestido ajustado de la naturaleza, la tranquila
ansiedad de las montañas. Qué hermoso día. Hologramas vacíos, llanuras aplastantes. Falta un río, pero la corriente
arrastra sueños y esperanzas; el sueño del reconocimiento, la esperanza de una muerte trivial.
 
A la sombra de un árbol cualquiera, la verdad enmascara
una letanía perdida. La mañana del cumpleaños de alguien, los últimos momentos. Nos sentimos,
leemos un capítulo del Arte, el verbo aparece como un jilguero
ramificando la brisa, dándose un respiro. Huimos
mientras el tiempo talla su finura de plata en el espejo.
 
No nos engañan las palabras, todo resulta hermético: la experiencia
es un camino sin salida. El viaje se prolonga aunque arrecie el silencio de la tierra
y la memoria se adorne con el rubor ardiente del futuro.


viernes, 13 de noviembre de 2020

teoría de la imperfección

 

Está en la punta de la torre de la iglesia, el ápice del cristianismo,
encaramada como una cigüeña, un ave migratoria, una nube baja
retejida de niebla; vuela como un día de fiesta, pasa de largo.
 
Destiny® sale del Parque exhalando espíritu, ímpetu y desahogo. Busca un tesoro
oculto entre las ramas, enterrado por las hojas doradas del prefacio otoñal
(es un alma). Las almas tiritan ahora ante la indiferencia del tiempo, se diferencian de los cuerpos
en una o dos coordenadas, una o dos calamidades. Si buscara (en) la poesía de Emily,
tal vez. Si buscara un poema en concreto, escrito en concreto en un idioma
destinado al entendimiento. Si fuera en busca de una sola noche de penumbra, de un solo grado de fiebre,
un solo gramo de inocencia.
 
Una cigüeña puede significar
un cuento, puede que signifique algo más allá de la vida y la muerte, el nacimiento de una oración.
 
Buenas tardes. Si en los estados solo votaran los jóvenes afroamericanos, el mapa sería tan azul como el Pacífico.
A la entrada del Parque hay una bandera con doscientas y pico estrellas porque todos pertenecemos al mundo.
Destiny® ha votado. Su nombre, empero, no cabía en ninguna papeleta de voto, no cabía en el censo
–descatalogado–, su nombre flotaba sobre una nube baja de improperios, imperios, alas alicaídas
 y plumas ventajistas.
 
Donde no deje huella su célibe egoísmo. Debe desprenderse
del ego celestial, ese escalofrío canónico. Después de robarle la piedra a un maestro
Zen, después de darle una paliza con unos nunchakos de segunda mano. Entonces
puede que esté lista para completar el circuito de la redención.
 
Milagros que no ocurren pero silban el epílogo de la vida de Brian,
susurran como tristes seductores; milagros que son entes bondadosos con historias
clínicas, entidades sin DNI que se manifiestan a favor de obra, tienen lugar en pilas
bautismales y otros lugares de culto: bibliotecas, estantes de sex-shop (o en la barra fija del bar de Moe).
Y es un magnífico presagio tener conciencia de esa irrealidad, intuir la presencia subversiva
de un ser irrepetible, desoír la llamada de la eternidad e intuir la existencia
de una mente sagazmente imperfecta, insanamente feliz.


miércoles, 11 de noviembre de 2020

vive y deja de vivir

 

Al poeta no le gustan las personas, nos desagrada la gente,
procura apartarse y no cruzar palabra, procura desnaturalizarse. El poeta no es Whitman, no es.
Odia su propia voz.
 
El poeta tiene un árbol de confianza,
un Ángel de confianza (Destiny®). Ambos celebran
conferencias (sin confraternizar). Tiene una rosa de confianza. Un grupo musical de referencia;
le gusta la voz de Olivia Dean.
 
La gente no cree en los Ángeles (estamos a favor)
aunque viva en la ciudad de Los Ángeles. La gente no cree y lleva las de ganar. La gente
no es de confianza.
 
La poesía confía en el Arte en primer lugar, confía en una forma de entender
el mundo-espacio, proyecta una forma de entender la naturaleza, actualiza las reacciones
humanas, es una ciencia imprevisible. Whitman y su campo a través y sus buhardillas
empinadas (símbolo del poderío erecto de la urbe), su asfixiante y ufana alteridad.
 
El poeta tiene miedo.
Siempre. Asustados y tímidos, sus zancadas cortas no son zancadas, su altura es de baja estatura,
su gracia es portuaria, su anhelo es frecuente, suda.
 
Personas por todas partes, también en el campo recorrido por máquinas arrendatarias (y bots de internet),
también en la tv. y en la realidad. En la literatura se agolpan personajes con múltiples personalidades,
descripciones afanosas, fotos fijas de un instante extemporáneo, reemplazos del pasado,
semillas de fatalidad y ojos a la virulé. Como vírgenes y santos perdedores.
 
El poeta se atasca. Se lo ha pensado todo y no hemos dicho
la mitad de la mitad. Una undécima parte, una parte íntima. El pensamiento es la verdadera/única
poesía, un área escurridiza donde todo es imposible
 
Al poeta no le gustan los poemas de la gente (ambos inclusive).
Vive y deja vivir.


lunes, 9 de noviembre de 2020

ninguna alma

 

Ver morir es
uno de los trabajos de los Ángeles.
Su pose en un lugar determinado (cualquier lugar es bueno para honrarte). Calculan
la longitud de las inspiraciones, cuentan con los dedos los latidos,
analizan la sangre estrepitosa.
 
El trabajo de un Ángel siempre genera
pérdidas. Otra de sus ocupaciones consiste en mirar al infinito con los ojos en blanco, dando
miedo a los hombres. Otra más: seguir el curso de los ríos, pero nunca hasta el mar. Son estas labores de secano,
aparatosos estudios, ensayos generales con partitura y esquema
narrativo: acaso un plan de vida.
 
Vivir, pero a desmano –no a nuestro modo irrespirable, no de esta manera
avara–, frutos extraños en el árbol del hambre, ramas de una sola familia. En el espejo
significan menos de lo que dirías, parecen seres humanos con manos y tendones,
tensiones y cabello ensortijado, piel oscura.
 
Nos miran; bostezan al The End
y se duermen con los títulos de crédito que atestiguan el triunfo del olvido. Recuerdan luego cada
día de la vida, cada leve entusiasmo, la urbanidad de saludar por las mañanas,
el café de las once. Cada sueño.
 
Arden sus mejillas, arden sus encías, arden sus besos como
espadas al rojo, hierros candentes vehículo de la furia de su entraña. El acero
es el vínculo entre la nada y el mundo, la fe y el compromiso, entre el fuego y la espuma de la noche.
 
Nadie muere solo, debéis saber que nadie muere solo, ninguna madre.
Has de saber ahora que eres tan importante como un
pequeño insecto, tan influyente como una especie protegida, como un extraterrestre o un demonio
de Tasmania, que tu muerte será patrimonio del Arte, una línea
tirada en el plano insultante de la posteridad.


Zdzisław Beksiński

sábado, 7 de noviembre de 2020

...zero

 

Esa pequeña mueca, ese escarceo, esa mirada en lo alto de los ojos,
ese tropiezo. La lengua se resiste, la risa aflora, afluye consoladora y rica, las palabras
se escabullen por las comisuras del silencio, excavan
túneles paralelos al olvido…
 
Destiny® observa casi omnipresente, casi divina, casi. Consiente la poesía, no condena el verso,
solo sonríe. Apenas se distrae, raspa una pizca de insatisfacción.
 
El poema es malo como una enfermedad
hereditaria, es tan malo como todos los poemas, suena raro como todos los poemas. La poesía es impronunciable,
lo saben hasta los malos estudiantes.
 
Recitando: toma un sorbo de agua (no le hayan puesto ginebra
por lo bajo), explora detenidamente el auditorio, sus amigos, sus parientes, sus desconocidos. Y comienza
a comportarse, a expresarse con una voz que le sale de cualquier parte
fuera del cuerpo, una voz que no existe, mercantil y nada encantadora.
 
Ovación apoteósica –que debería haber sido apocalíptica. Destiny® sonríe, se apacigua, ya bate las alas
(figuradamente), ya se aproxima –pateando latas de refresco, ojeando los letreros medio inconfesables, medio
tiroteados de la Avenida– a la naturaleza con una ingenuidad y una distancia
torpes y casi humanas, casi.
 
Ese ligero rictus que aparece como por ensalmo, arte de magia,
ese afán ridículo por enquistarse en la frágil memoria de la gente.
El mismo artificio kitsch subyacente a la capacidad de trascender en el vacío del lapsus,
de tocar el corazón del público pero sin mancharse las manos de pureza. Esa cuenta atrás del verbo,
el 3, 2, 1… del predicador que exuda confianza, suda y desconfía del coro que lo aplaude,
recela de los pájaros que recorren la cima de sus ojos…


miércoles, 4 de noviembre de 2020

gambito de luna

 

Vencer la soledad de un grano de arena, su perfil absoluto,
el extraordinario parecido de una cara de lluvia. Fragilidad sostiene el paisaje, es una nota
continua en el bloc de las adivinanzas, el color que se agita
frente a la ceguera, el tono del vuelo de la mariposa, asimétrico y grave.
 
Surge del espacio, atruena, vertical como la sombra de un pensamiento rebelde,
ajena como el arte. Naturaleza se esfuerza, construye versos con las hojas marchitas
que alargan el terreno, abona un encendido canto entre los árboles, un rito, cierta manera
de fortalecerse.
 
El mar también concede su momento feliz, expresa su tamaño
más allá del horizonte, de la victoria y el ruido. Y las playas rebosan insignificancia,
alojan una multitud de amaneceres, un síncope de pasos
rotos, resisten la acometida del silencio, su feroz
tributo. El océano tiene nombre de calma intermitente,
alma de río y cuerpo de ciudad.
 
Oportuna, la hierba manifiesta su rango,
la comodidad de su estatura. Tenemos un contrato con la hierba,
rubricado ante un manantial de estrellas. Oh, nos admira su frecuencia, su meticulosa
condición de campo, fuente de palidez.
 
Otra forma de correspondencia viene a acelerar el mundo, se apresura
como una profecía, deja un claro rastro de inexactitud, su huella en el futuro. Surca un cielo
redondo –misil y diente de león–, es la canción que necesita la noche para
alocarse. Se dice que la luna cumple todos los presagios, mas carece
de sensibilidad: el poema lo sabe
y, encarnizadamente, la defiende.


Paul Klee

lunes, 2 de noviembre de 2020

rodamundos

 

Retrocedió el Ángel a la distopía
enérgica de las naciones, fue a parar. Se adentró en un tiempo
caramelizado y fascinante; iba con botas chirucas, chubasquero accidental,
gafas de sol.
 
Destiny® rebuscaba la música en la basura y era un entrechocar de mármoles basales,
cantos rodados, un fulgor arremolinado en la sangre
generosa. Un descenso polémico entre formas de vida y formas de pensar, pensamientos y géneros
no delimitados; una excursión al campo de las emociones, con sus explanadas
pendientes, su filantropía esencial.
 
El primer verso
erró el disparo; era el Sol, que se besuqueaba con la tierra, rayos por todas
partes, chispas saltarinas, centellas burbujeantes. Insanas mutaciones del amor armándose como rompecabezas,
cosas psíquicas y espejismos dobles. Dios se había retirado
al monasterio con unas pocas almas –séquito de platino–, algo de brisa, la cadencia
exacta, un par de abejas hacendosas.
 
Tierra cegada por el impacto solar y su mopa soberana, seca como una falsificación
psicodinámica. Alimañas de ojos saltones, hojas de periódico voladoras, esferas de vegetación (bolas del desierto). El cielo
mudo/estólido de abril, azul sin más, sin pájaros ni hábitos de consumo.
 
En el contenedor, el manifiesto benevolente del KRIT: lo más parecido a una biblia
autodidacta, semejante a lo sagrado pero
sacado directamente de una casete –rémora analógica– desenrollada por los siglos, un desarrollo
armónico en circunstancias adversas. Y Destiny® rebautizándose en cualquier río, pasando la gripe sin saberlo,
hermanada con el último gorrión del paraíso.


domingo, 1 de noviembre de 2020

nada de amor

 

Cada poema, un yo confieso
extenuante. Contaminante. Otra vuelta de tuerca a la ordinary people. Nadie espere sino la mera
descripción de las vacilaciones, nadie espera un memorial de agravios, ni un ajuste
(fino) de cuentas con la naturaleza, con el estado civil, con la memoria: solo la mentira
tiene valor.
 
Se infecta la novela de una enfermiza normalidad, nos aturulla y malcría (a la crítica
le encanta). Ese arte confesional tan poético y falaz en su verdadera agrimensión, tan poco milagroso,
tan rotundamente rupestre, plano y miserable. Ah, vidas a propósito,
universales, magníficas vidas generales, generalmente
aplicables a una pléyade de situaciones unánimes. Aprendemos, así,
a comportarnos.
 
Nos comportamos como peones gombrowizianos, tímidos profesores ferdydurkescos,
escondemos nuestra acrobática angustia real
en el armario enorme de la literatura y desde ahí espiamos a las tiernas colegialas, a las parejas de hecho,
¡a las lesbianas! Es nuestra vocación
novelesco-detectivesca, nuestro espionaje vocacional; nos vamos de vacaciones
con una novela gorda y aspiramos a la felicidad de los golpes de pecho.
 
Es la fragilidad de los autores, que se la pone dura a la crítica moderna, la fragilidad de las autoras
sin miedo a exponer ante el mundo su esmirriada personalidad, su raquítica
fisonomía intelectual.
 
Cada poema, un yo acuso, una enormidad con vistas. A la obtención de una ganancia
en forma de título nobiliario (galardón literario), una habitación con vistas al paraíso editorial, una salida
digna a la vorágine caudalosa de las buenas intenciones.
 
Nadie espera sino la redención en forma de palabra falsa; esperamos la mentira
piadosa, el cachete en la mejilla, la colleja vitalicia, el esperpento en varios tomos de lívida
gramática sin lamentaciones, volúmenes compactos como bloques de hormigón. Nada de religión,
nada de poesía. Nada.


jueves, 29 de octubre de 2020

algo de anne sexton en líneas generales

 

Escribir por escribir;
el poema se describe solo, se tacha, está en racha, se borra solo (se emborracha), se obra
como una casa en obras donde vive la gente corriente (sola).
 
La autora genial quería su fanzine independiente, lo nunca visto de lo nunca visto, y obtuvo
una instantánea fósil de papá y mamá festejada
de inmediato por la crítica:
mamá que era lesbiana pero como si no, papá que zurraba a su prole con el cinto, pero sin maldad –pelillos
a la mar–, porque empinaba el codo y no se podía
contener, de lo más comprensible. De eso va el texto en líneas
generales, algo de Anne Sexton en líneas generales (entre líneas aparece gloriosamente en blanco).
 
La gente del montón es gente comercial, gente obsesionada con la melodía de los materiales, sacos de cemento,
vigas maestras, escalofriantes monosílabos. Por ejemplo los que visten bien, los que hacen ejercicio,
los que no beben más de la cuenta, comen con moderación,
los que pueden ser descritos con elegancia común y economía expresiva, con dominio de la técnica
narrativa impartida en los talleres literarios.
 
El poema va y se escribe solo (cruza solo la Avenida, entra solo en el Parque después de las ocho)
como en una pared, una puerta de hierro, docta escritura automática, tinta
invisible y agua de limón, indivisible escritura (proindiviso) propia de un taller de reparación.
Al César lo que es de dios. Sin creer en dios el poema, sin embargo, se persigna,
se arrodilla ante el altar del éxito (o del léxico: es un negociante, a su manera).
 
Escribir: por aquí merodean los Ángeles, es como un castañeteo
ilegible de palabras y espacios, como un silencio discrepante. No es que existan tanto, no es que haya que creer. Pero
Angel-Haze, Destiny, Aaliyah, Destiny®, prefieren el mundo. Como Musas se muestran
anodinas, vagas y maleantes, inspira más un joint, un recuerdo cualquiera, una película
romántica. Y así no vamos a ninguna parte. Es por escribir, por no hacer otra cosa; al fin y al cabo
es lo normal, tiene forma neutral –estilo andrógino– para ser tan angélico; la crítica lo desprecia por sus adjetivos
calificativos, su gonorrea musical. La crítica lo desprecia, pues sus protagonistas
son sistemáticamente originales.


martes, 27 de octubre de 2020

all you need

 

El amor se nos va por el destino
como una corriente alterna, un rato así, un rato no; es el amor
despejado y conforme, como cuando te miras al espejo y ves a la persona de ayer, la cara
del espejo, un secreto autónomo.
 
Desparece entre vaharadas de pánico,
toma distancia entre siluetas envueltas en el eco de la vigilancia, el malestar de la apuesta,
la sonrisa del sastre. Se ausenta a su ritmo encabronado, va detrás de un río
consumista (el mismo río conspirativo del amor). En una biblioteca monástica, resplandece su fórmula
magistral, atemoriza verlo ascender ascético y voluble, espadachín, mosquetero
de la reina, duelista insatisfecho.
 
Ausentába-se distante, descalabrado sin un solo órgano, ajeno a la música del órgano que llenaba el ábside
de plumas cantantes y sacralidades, luz y rayos de luz, átomos fariseos,
y érase un fracaso su estructura, su quinta parte de la ley, leve y misteriosa, su córnea y su bicefalia,
tanta ruptura simbólica; (repetimos) luz y rayos de luz, personas que levemente se interesan por la vida,
se interesan por el arte y la violencia, personas amantes que tienen un trabajo
importante, o tienen un trabajo
de mierda.
 
En la novela y el verso, el amor se abstraía
cobarde, se enojaba con alguien y no veías el final de su progreso. Eran por norma parejas íntimas, voluptuosas,
de las que llenan las cocinas y los recibidores, los pasillos, y se asoman a todas las ventanas, a todas
las terrazas abarrotadas de probabilidades, y luego desayunan
esas cosas raras que luego desayunan. Y luego hacen deporte y salen a todo correr
(y lo hacen para no volver jamás).
 
El amor se hace polvo entre flores de barro (es un truco de magia), burla
como un ave los garfios de la noche. ¡Ah!, la oscuridad del mundo se nos avecina como un poema
roto en manos de la historia. Y ni nos dimos cuenta de que el tiempo cedía en su avalancha,
cedía en su avalancha
y ya no se acordaba de nosotros.


domingo, 25 de octubre de 2020

aparcamiento de versículos pesados

 

La poeta feliz, el poeta cordial, amable y ¡qué risueño! (¡el que no se ha
sentido acorralado!). Nota Bene: para escribir Poesía hace falta haber sido acorralado. Ni hacer
cumbre en el pico más crecido, ni sufrir una depresión
endógena aparente-
mente progresiva (progresista), ni apostar por el apalancamiento creativo (al contraataque),
simplemente haber sido acorralado –hecho es
simple (esto es un sample)– acorralado como un rambo cualquiera, como un animal acorralado; también
por la vida, sin aspavientos, sin un talento especial para la privación
y el abandono.
 
El poeta feliz, la poeta cordial, amable, siguen los pasos altos de la noche (que cubre
demasiado), pero no hace falta haber sido testigo de un famoso atardecer en Santorini, ni del espectáculo
circense natural del alba resurgente sobre Grand Canyon: cualquier ciego que haya recobrado la vista
admirará la oscuridad.
 
Literatura. El filón editorial se muestra arisco y es necesario
domarlo por las buenas; se aparenta (¡atención,
se aparenta!) un legendario buen gusto literario, interacción y cosas por el estilo. A cada paso, un nuevo
tropiezo, un agarradero. La cumbre se entrevé bajo la altura, cerca del cielo en bruto del vacío, a veces
cuesta sangre alcanzarla, pero no garantiza la gloria
ni el espacio privado, ni siquiera
una caída sin mácula.
 
Somos gente normal. El tipo de gente que sonríe con paciencia,
que no ha visto el mar, la clase de gente que redunda, que aparece, se extingue y equilibra el mundo. Somos
bastión, nuestro poema acaricia las alas de los ángeles (¡Destiny®!), es tan maternal
como autosuficiente; recluido en este
gigantesco aparcamiento de versículos pesados, yace como una aurora desmontada,
un mástil triturado por el viento. Yace a la sombra perfecta del perfecto rosal dickinsoniano vecino de los trenes;
y nadie lo ha escuchado todavía.


viernes, 23 de octubre de 2020

ese don

 

En la sala de espera (es el vestíbulo de la estación), Destiny® lee una novela
corta. Escribe con dos dedos –código morse–, escribe con las uñas pintadas de pintura, dilapida
todo un elenco de recursos antirrítmicos. Mientras escucha lo último de 9th Wonder, la última llamada
al desaliento, mientras inspecciona el nuevo grafiti de la puerta del baño, memoriza el último
chiste malo de la crew.
 
Está aquí mismo, con su precariedad novelesca, novelada,
interiorizada como una enfermedad o un sentimiento, con su lucha de clases
intacta, esa instalación no artística, no efímera, que la representa. Sigue el paso titubeante de los débiles, sonríe
a los ancianos con exquisito tacto, ofrece su boca de lluvia a los peregrinos sin rumbo.
 
Destiny® lee sus novelas extranjeras en la lengua nativa de otro cuerpo (llamadlo traducción
simultánea, ubicuidad). Este don de lenguas que posee, don de gentes,
esta manera de situarse en todas partes y hablar en el idioma de la fe que se pierde, de la luz que renuncia,
del frío que amortigua la caída del cielo a media tarde.
 
En el vestíbulo de la estación, en la terminal del aeropuerto, en la fila insolvente de la resistencia,
en la habitación del pánico. Su libro se titula Poesía, siempre acierta: barro se llama;
su libro lleva el nombre de una novela cualquiera
no publicada, no deseada como un hijo no deseado, abortada en el preciso
instante de la revelación, reducida al momento incompleto (ficticio) de toda obra descollante.
 
La inspiración termina en un segundo; pero la novela exige clarificación y distintivos, galones de combustible,
pintas de cerveza, malas pintas, extravagancia y una mirada impura, algo del sur, algo del norte,
incómodos divanes, frazadas polvorientas.
 
Respira, inspira, Destiny® sonríe con la mejor sonrisa de la galaxia en curso,
con la mejor maqueta del ensayo en ciernes, la filosofía de la emergencia, la historia de la historia. Su mano
procede de un cuadro antiguo, sus labios pinchan como las espinas de una rosa tímida,
su materia se funde con la materia inapelable de los sueños; y de todo ese tiempo
surge la verdad, ahora envuelta en el fondo inmortal de la distancia,
hermosa como nunca fuera desmentida.


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