viernes, 22 de enero de 2016

tener una visión


Oh, este arte perezosa, sin ritmo que la marque. La desidia es un elevador. Se puede
hallar una piedra en medio del camino, tan campante, intraducible, desesperantemente sola
o ajena (no ambas cosas). La poesía dicta sus versos propios, abandonados versos a la puerta del penal,
la bibilioteca, la iglesia evangélica. A punto los versos de resultar atropellados por un tractor
americano, el sex symbol de las autopistas, con su motor andrógino y su estilo
demoledor. El poeta mortalmente serio diverge, disimula su perra vida, pone en boca de los hombres sus palabras
rígidas como tejados a dos aguas, como postes de la luz. Recordad:
un poste de la luz es algo serio.

Jordan dice: tengo sed. Como podría haber permanecido en silencio. No hay nadie para oír su verso,
así que puede repetirlo incluso más de tres veces. Dice: me duele el corazón
y entonces la escuchan todos los hombres de la tierra. Hay una diferencia: de un modo se habla, de otro se padece.

Han perecido los versos aplastados por una apisonadora comunal. Mo Yan estaba ahí
para certificar el asunto montado en un burro nada hablador. Los campesinos no existen, todo el monte es océano,
todo el mundo es ciudad. Perdón al parque. El parque se hace respetar, conserva su empaque,
se toma sus píldoras de luz por las mañanas y de noche corre las cortinas, echa cerrojos
y se dedica al augurio y la retasación.

Vamos a ver: tener una visión, Parnasos por el aire, Parnasos altos y otros vacíos
de altura y proporción, instrumentos líricos sin poder, prologados por dioses anoréxicos y héroes sin calma. Jordan
dice: dame la pastilla azul, si hay que elegir. El azul es un color arcaico (comparado). En el libro
sale un parque idéntico al camino, con su piedra angular y su fuente de piedra,
sus mansiones altas como retoños, muros máximos en torno a una dimensión secreta. Lo invisible
crece por detrás, aglutina un cortejo de entrometidos que solo hablan del color de la pared.

La poesía se ha domesticado sola, por arte de birlibirloque. Sin necesidad. Algunas
horas se le hacían abominables, algunas páginas la sacaban de su espíritu. En realidad, la piedra
está porque no es posible no imaginársela en todo su corrupto esplendor, su solidez y su estornudo metafórico;
sin ella, los árboles no se disputarían la alegría: esta es la razón. Hoy no hay música
en el programa, le han congelado el sueldo a la banda y ya no salen las cuentas, así que un  conato de violencia
asoma el morro para que se lo partan los valientes. El pulso de la oscuridad es un rey sin adorno,
pero la luz ha declarado su equipaje: pesa lo que pesa la verdad y abulta el doble que una montaña independiente.




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