Oh, este
arte perezosa, sin ritmo que la marque. La desidia es un elevador. Se puede
hallar
una piedra en medio del camino, tan campante, intraducible, desesperantemente
sola
o ajena (no
ambas cosas). La poesía dicta sus versos propios, abandonados versos a la
puerta del penal,
la
bibilioteca, la iglesia evangélica. A punto los versos de resultar atropellados
por un tractor
americano,
el sex symbol de las autopistas, con su motor andrógino y su estilo
demoledor.
El poeta mortalmente serio diverge, disimula su perra vida, pone en boca de los
hombres sus palabras
rígidas
como tejados a dos aguas, como postes de la luz. Recordad:
un poste
de la luz es algo serio.
Jordan
dice: tengo sed. Como podría haber permanecido en silencio. No hay nadie para
oír su verso,
así que
puede repetirlo incluso más de tres veces. Dice: me duele el corazón
y
entonces la escuchan todos los hombres de la tierra. Hay una diferencia: de un
modo se habla, de otro se padece.
Han
perecido los versos aplastados por una apisonadora comunal. Mo Yan estaba ahí
para
certificar el asunto montado en un burro nada hablador. Los campesinos no
existen, todo el monte es océano,
todo el
mundo es ciudad. Perdón al parque. El parque se hace respetar, conserva su
empaque,
se toma
sus píldoras de luz por las mañanas y de noche corre las cortinas, echa
cerrojos
y se
dedica al augurio y la retasación.
Vamos a
ver: tener una visión, Parnasos por el aire, Parnasos altos y otros vacíos
de
altura y proporción, instrumentos líricos sin poder, prologados por dioses
anoréxicos y héroes sin calma. Jordan
dice:
dame la pastilla azul, si hay que elegir. El azul es un color arcaico
(comparado). En el libro
sale un
parque idéntico al camino, con su piedra angular y su fuente de piedra,
sus
mansiones altas como retoños, muros máximos en torno a una dimensión secreta.
Lo invisible
crece
por detrás, aglutina un cortejo de entrometidos que solo hablan del color de la
pared.
La
poesía se ha domesticado sola, por arte de birlibirloque. Sin necesidad.
Algunas
horas se
le hacían abominables, algunas páginas la sacaban de su espíritu. En realidad,
la piedra
está
porque no es posible no imaginársela en todo su corrupto esplendor, su solidez
y su estornudo metafórico;
sin
ella, los árboles no se disputarían la alegría: esta es la razón. Hoy no hay
música
en el
programa, le han congelado el sueldo a la banda y ya no salen las cuentas, así
que un conato de violencia
asoma el
morro para que se lo partan los valientes. El pulso de la oscuridad es un rey
sin adorno,
pero la
luz ha declarado su equipaje: pesa lo que pesa la verdad y abulta el doble que
una montaña independiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario