Cañonean
las bases, remix de Mr. Green, Apollo Brown, Nth Wonder. Para consolar el
hambre,
una
ráfaga de música local. En el local, el humo de la hierba discute con el aire,
hay unos
sándwiches de ayer encima de la mesa, restos
de
cocaína o speed, chicharras por el suelo. La melodía es el colmo, viaja de
sillón en sillón, se amortigua y vuelve,
dobla el
cuello y sale por la chimenea, brinca por los tejados
a su
ritmo mercenario. La urraca despabila y vuela rumbo a su tesoro, tanta armonía
la pone nerviosa,
prefiere
el silencio de la naturaleza, su zumbido cruel.
Es una
mezcla de todo en un discreto y machacón estilo rupturista; calibrar, hay que
calibrar,
medir
las fuerzas y romper con la rutina. El baile es lo que tiene, que se enfrasca.
A este lado del parque, en esta ciudad
alarmante
las sirenas riegan la noche con su matraca poderosa, el sinsajo de su ingenio.
Un brillante mockingbird
repite
el primer audio hasta el mínimo detalle, fisgonea forjando una alianza
dañina
con el ruido de las máquinas y el detector de señales de otro mundo.
El
espacio funciona en oleadas: aviones de papel. Jordan hace la ronda por un
lugar que no estaba previsto,
no
figura, indescriptible. Gris dos pasos por delante, gruñendo sotto voce. Muchachos
de aspecto
zombie y
flores para el pelo. La luz ha cogido vacaciones, inflama
un
rostro y se deshace de él, muestra un parador de sombras, se confiesa ante un mártir
proletario.
Problemas
pasajeros expuestos claramente desde los balcones, bajando por una cuerda
trenzada,
su peso
sobre cada centímetro cuadrado de piel centelleante. Una solución desesperada y
otro marlboro entre los labios;
ron y
comida para llevar.
El
tiempo se ha remetido la camisa en los vaqueros para estar presentable: llega
tarde, aunque
está
vacunado de espanto. Jordan mete la nariz, pero no juega con las cosas de
comer. El pasado avanza
como un
cohete revelación, ha recorrido un año luz para volver sobre sus pasos
y
rectificarse, es ahora un manso futuro lleno de incógnitas despejadas, el puto mañana
de la humanidad
saliendo
al paso de las murmuraciones. El tiempo es una esfinge que aparece en la
televisión
con cara
de asco; así como la policía finge tolerancia antes de disparar al aire
y matar
a otra criatura feliz. En el descarrilamiento de las oportunidades late la
maravillosa feria de la contrariedad.
Música y
creación. Nada que envidiar a las grandes firmas, con sus grandes superficies
estelares.
Nada que poetizar sino el estado nocivo de la atmósfera, la roña
de las
situaciones, el maridaje perfecto de la miseria y el orden. Hay una estrella
aún: a ver si brilla esta noche perfecta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario