Mejor no
contestar al poeta. Hacer como si no. Tentarse las vestiduras,
archivar
las palabras en un distrito lejano, un pasillo del monasterio. Jordan lleva
encima una biblioteca
de
respuestas invariables, un vademécum de silencios prescritos por un monje en
equilibrio
crónico:
El Último Nota y su nevera espacial.
Siempre
en ascenso, pero el cielo ha muerto hace un segundo y su cadáver
nieva
lentamente sobre los océanos. Desde la cumbre se divisa un camino, la frontera,
una elegante
bandada
de cuervos. Comienzan a abrirse los ojos de la noche y el poema se ausenta
como en
una genialidad de Adorno. Ah, pero los genios son retóricos, olisquean la gran
literatura en el vacío,
frecuentan
antros hogareños, copan el medallero y fracasan con cuentagotas (y mejor que
los demás).
Jordan –cercada
de perdedores– hacia arriba en la escala social, ninguneada por los pinches de
cocina,
odiada
por los camareros. Su discurso entregado al paisaje,
máster
en oratoria, predominio léxico y técnica vocal; premio de la crítica vecinal
y el
diario de provincias por deletrear a toda hostia Mississippi-Missouri.
En
órbita, en alas de un pegaso bicéfalo, bucéfalo, animal descollante
más que
Gris. Ella, que ha sufrido las visiones de Sternenhoch, rapeado un epitafio
celeste, es un pedazo de pan.
Rubrica
el contrato del siglo, firma el contrato del siglo: incumplido, roto en mil auroras
de cristal. Demandada
por arte
de magia ante la corte de los milagros, absuelta, en todo caso,
merced a
un defecto de forma. Entonces, refractaria al poema y su estilismo, su gollería
y su
acento: pues, ¿no ha de ponerse el acento en esta circunstancia de que el poema
excluye?, se vocea y excluye, se recita
como una
bofetada limpia, ¡ese sonido tiene!
Gris ha
ladrado interrumpiendo el recital. Los chavales aplauden. El poeta rechista.
Tanto
humo se fuma las palabras. El aire está de más; Jordan y su mascarilla made in
japan. Sabe
que el
asma es trato de escritores, una enfermedad argumental. Se lía un cigarrillo y
manda al carajo toda la distancia;
sueña
con la realidad y despierta al primer trago de otro poema de amor.
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