Es por
dinero que la hierba se funde en la sonrisa del gato,
es por
dinero que los árboles graban sus iniciales en la memoria del peregrino.
Sin
dinero, no hay pan, solo un poco de amor,
solo
una palabra que suena tras el golpe seco del timbal, detrás del ritmo, solo un
espejo
distrayendo
la realidad.
Los
niños estaban, gateaban y de repente
no
había niños en el mundo. Y el verso siempre remitía a un campo nuevo, un
organismo salvaje
hecho
de lastre y sin misericordia. El poeta. Demiurgo. El mago que aterriza en el
silencio, donde no hay nada
que llevarse
a la boca ni los espectadores demandan otra pirueta mortal.
Hablando
rápido como en un rap que fuese demasiado
ecléctico,
hablando a la velocidad del buen sentido, cotizando hipérboles, ventilando
acantilados verbales
en sus lenguas
maternas. El espejismo firma una controversia real, se mantiene en su rutina
vegetativa, su costumbre
hipócrita.
Un sesgo desafortunado, de los que horadan el misterioso corpus
lírico,
beben de santa teresa –en ella abrev(i)an–, se debilitan en el área propia de
los más particulares, que también manifiestan
apreturas,
maquetas de garaje entre la jerga sublime de los principados.
Ah, ellos,
tibios seres andróginos, ¡tan molestos! Está Angel Haze, dubitativa como nunca
entre
dos o tres milagros concienzudos, domesticándose la duda, tan poética. Sigue Destiny,
que está dormida ahora,
vuelta
del revés en su onomástica perpetua, su tierno paraíso urbanizable, como en la
calles delicadas
que
agrietan los superbloques de Jacob Riis. Y estas almas concuerdan con el talle
de una princesa,
son
cuerpos en detalle, animales sagrados.
En la
Tierra, Jordan ha pagado por un sábado y le han dado un domingo por la tarde.
Es por dinero que sufre,
y sus
lágrimas doblan la ropa mascada, planchan el estómago del aire. Hasta sueña con
un salto al vacío en español;
(¡ánimo,
Jordan!), su vestido blanco es una bandera; el rojo de sus labios camorristas,
el lujo que le ronda,
son
personas, rituales aprobados por el sol.
Finaliza
la temporada del flow y la hierba reduce el potencial
de la
montaña; el poema revienta y una espiral de humo sube al cielo, el tiempo se
transforma
en puro
pensamiento, elimina barreras, luego, pinta su nombre en el espacio, pero con
el mismo acento rácano del sur.
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