domingo, 18 de marzo de 2018

la indiferencia y el éxtasis


El mundo está acostumbrado a los milagros. Dicho de manera más escéptica, el mundo es indiferente.
«Soledumbre» (Danilo Kiš)

Sobre el parque, la acuarela del cielo está recién
pintada. Destiny es una linda pensadora, adopta la postura
clásica, el puño y el mentón, sentada sobre un tocón desteñido o un barril de petróleo. Así que le han
encargado la manutención del Arte y anda reflexionando.

El arte es la intentona humanística de atrapar el pensamiento; el pensamiento también incluye
fotogramas extraños (esto es surrealista), datos erróneos que casan con la barbarie. Los pobres piensan
más artísticamente aún, porque el arte agradece la desesperación y elabora
figuras herrumbrosas, desinfladas, que valen su peso en oro.

Ahora toca un paquete completo de socialismo y redención; por eso Destiny piensa en cómo distribuir
retazos de alma, ricitos de alma pura, puros estados anímicos: no todos los cuerpos admiten el trasplante, se producen
rechazos regulares.

La hierba ayuda a concertar los planes imperfectos, las interrogaciones y la falta de calor; el relato
puede ser fantástico cuando el realismo acaba prostituyéndose en su propia salsa antagonista. La obra
se termina por sí misma cuando cede la imaginación: una caravana de discípulos ariscos prepara talleres de novelería
fantasma donde las entelequias fluyen como sombras del compás,
sobras de la comunión.

Destiny ha viajado tanto; hasta que abrió el diccionario por una página cualquiera
(que nunca será una página cualquiera) y a partir de la palabra “compensador”
trazó un esquema semántico complejo en el vidrio empañado de la resurrección (porque aparentemente
conocía la propiedad del Verbo). Es decir, la lluvia trenzaba caños
y resarcía la pérdida, era tan compensatoria como un accidente, denotaba
idéntico descarte subjetivo.

Dando de comer a una paloma en el poema. Difícil compararse,
acuciar el estilo, la suave brisa indispuesta de los versos que caen, uno tras otro, desde una altura
cada vez más escasa, más diáfana para el intelecto, con menos turbación, menor
traslado, pero con más chapoteo y algarabía triste de la que hubieran deseado confesar.



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