Continuamos
con el cubo de Rubik resuelto en el bolsillo de la chaqueta, restituido
antes
de nacer. Este es el poema sobre el sexo de los ángeles, el poema que se deja
hacer, tan fácil, se deja toquetear
en la
parada del autobús, debajo del puente, en un lugar así.
Porque
no comulga con la estilizada sencillez, la humildad
acólita
y libertina de los elegidos; en el Parque un tipo de poesía es factible (sin
contar la resistencia
deliberada
del Hop); se mueve entre parámetros y eucaliptos que despliegan su formidable
aroma
septembrino desde la montaña y hacia los pámpanos del valle, donde la vida
sigue.
Un
poema a la medida del momento, considerablemente histórico, la crónica de un (t)error
anunciado, la oscuridad
vocinglera
y rotunda que sucede a cada amanecer romántico, a cada superficie
dorada
que entra por los ojos. El poema no puede ser universal, sino paradójico,
su
universalidad es gregaria, aparece como un lobo solitario, así de enfadado y
hambriento. Mientras que la poesía
resiste
la acometida del verbo, redunda en un horroroso punto final, desarrolla
concurridos
eventos de sintaxis mórbida, arma un jaleo con toda esa munición significativa,
toda
aquella
literatura consabida y real.
El
poeta se ríe en una línea coja, roza el tabulador de su conciencia con dedos
torpes,
uñas sucias, dedos secos como raíces de un tubérculo desolador; los árboles no
le dejan ver la torre
monstruosa
de las habilidades humanas, la antigualla académica, esa ontología
omnipresente,
ese minarete
de palabras exactas; pues la nubosa atalaya de la sagacidad ha sido tomada por
una escuadra de DJ’s horizontales.
Abominando.
De la monotonía desierta, culpable de las ciudades acogotadas por el deseo,
sepultadas
bajo un binomio de tierra fértil + purificada
sal, de la agilidad casi peluda de los vates indignados y sus necesidades
políticas.
De la misericordia.
Destiny
ha solucionado un cubo hiperbólico sin bajar del autobús, sin sacarlo a la luz,
acaso
sin verlo: porque es pura potencia con sus dones. O su belleza combina con el
color de la cara B. O sus manos
aseguran
un rol de simetría, una verbosidad incidental
ajena
por completo al higiénico caos del césped recién cortado a cepillo con una espada de fuego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario