domingo, 5 de agosto de 2018

sin humildad


Continuamos con el cubo de Rubik resuelto en el bolsillo de la chaqueta, restituido
antes de nacer. Este es el poema sobre el sexo de los ángeles, el poema que se deja hacer, tan fácil, se deja toquetear
en la parada del autobús, debajo del puente, en un lugar así.

Porque no comulga con la estilizada sencillez, la humildad
acólita y libertina de los elegidos; en el Parque un tipo de poesía es factible (sin contar la resistencia
deliberada del Hop); se mueve entre parámetros y eucaliptos que despliegan su formidable
aroma septembrino desde la montaña y hacia los pámpanos del valle, donde la vida sigue.

Un poema a la medida del momento, considerablemente histórico, la crónica de un (t)error anunciado, la oscuridad
vocinglera y rotunda que sucede a cada amanecer romántico, a cada superficie
dorada que entra por los ojos. El poema no puede ser universal, sino paradójico,
su universalidad es gregaria, aparece como un lobo solitario, así de enfadado y hambriento. Mientras que la poesía
resiste la acometida del verbo, redunda en un horroroso punto final, desarrolla
concurridos eventos de sintaxis mórbida, arma un jaleo con toda esa munición significativa, toda
aquella literatura consabida y real.

El poeta se ríe en una línea coja, roza el tabulador de su conciencia con dedos
torpes, uñas sucias, dedos secos como raíces de un tubérculo desolador; los árboles no le dejan ver la torre
monstruosa de las habilidades humanas, la antigualla académica, esa ontología omnipresente,
ese minarete de palabras exactas; pues la nubosa atalaya de la sagacidad ha sido tomada por una escuadra de DJ’s horizontales.

Abominando. De la monotonía desierta, culpable de las ciudades acogotadas por el deseo,
sepultadas bajo un binomio de tierra fértil + purificada sal, de la agilidad casi peluda de los vates indignados y sus necesidades
políticas. De la misericordia.

Destiny ha solucionado un cubo hiperbólico sin bajar del autobús, sin sacarlo a la luz,
acaso sin verlo: porque es pura potencia con sus dones. O su belleza combina con el color de la cara B. O sus manos
aseguran un rol de simetría, una verbosidad incidental
ajena por completo al higiénico caos del césped recién cortado a cepillo con una espada de fuego.



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